El Ministerio de Desarrollo Social -a través del Instituto Nacional de la Juventud (INJU)- y UNICEF Uruguay presentaron la publicación “Panorama de la salud mental y bienestar psicosocial en adolescentes y jóvenes de 16 a 19 años desde el Panel de Juventudes de la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud (ENAJ)”.
El informe evidencia un deterioro progresivo de la salud mental de esta población y propone un abordaje integral del tema, no patologizante, pensado en clave comunitaria y de prevención.
Este material es resultado del componente de producción de conocimiento del Programa de salud mental Ni Silencio Ni Tabú, cuyo objetivo es promover conocimiento en materia de salud mental y el bienestar psicosocial adolescente y juvenil.
Participaron de la actividad el ministro de Desarrollo Social, Martín Lema, la subsecretaria Andrea Brugman; el representante de UNICEF Uruguay, Francisco Benavides y el director de INJU, Aparicio Saravia Padern.
Durante su exposición el director de INJU explicó que según la investigación “los jóvenes que se sienten menos comprendidos por el mundo adulto son quienes manifiestan sentir más tristeza o depresión”; y que la situación de confinamiento vivida producto de la pandemia por Covid19 fue un factor que los afectó negativamente.
Por otra parte, Saravia señaló que aquellos jóvenes que se perciben menos comprendidos por su comunidad educativa se sienten más tristes. “Esto reafirma la importancia de trabajar el tema en clave comunitaria”, dijo.
Resaltó además que gracias al refuerzo presupuestal, en 2024 el INJU pondrá en funcionamiento siete centros de referencia en materia de salud mental y bienestar de adolescentes y jóvenes. Los centros atenderán a 700 jóvenes de forma permanente y realizarán actividades con 5.000 más.
Por su parte, el representante de UNICEF Uruguay destacó el hecho de que nuestro país se convirtió en líder en la región gracias al programa Ni Silencio Ni Tabú, que ya se convirtió en una política pública. “Creo que es acertado y de vanguardia. Si se implementa bien puede cambiar la vida de los chicos”, explicó.
Por último expuso el ministro Martín Lema, quien se mostró preocupado por los datos que se desprenden de la ENAJ del año 2022. Según esta encuesta, 1 de cada 4 jóvenes se sintieron tristes o desesperados al punto de interrumpir por al menos dos semanas su rutina. Un 8% de ellos llegó a lastimarse, 12% pensó en quitarse la vida y 4% lo intentó. Alarma el hecho que desde el año 2013 hasta 2022 (año en que se realizó la última encuesta), se muestra un crecimiento de la situación de tristeza y desesperación que viven los jóvenes.
La Organización Mundial de la Salud (oms) describe la salud mental como «un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, está en condiciones de afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer
una contribución a su comunidad».
La salud mental no se limita a la ausencia de afecciones o enfermedades, sino que abarca el bienestar emocional, psicológico y social. Tiene un impacto en nuestra forma de pensar, sentir y actuar; influye en nuestras relaciones con los demás, nuestra relación con nosotros mismos, nuestra toma de decisiones, la gestión de situaciones difíciles y la capacidad para desarrollar proyectos de vida y colaborar con los demás.
El bienestar psicosocial es el estado positivo de una persona, que puede definirse a partir de las siguientes dimensiones: Bienestar personal. Comprende pensamientos y emociones positivos, tales como esperanza, serenidad, autoestima y autoconfianza; Bienestar interpersonal. Incluye las relaciones enriquecedoras, los cuidados receptivos, el sentido de pertenencia y la capacidad de forjar vínculos estrechos con otras personas.
También incluye el bienestar social. Implica tener satisfechas las necesidades básicas y disponer de un acceso adecuado a derechos básicos como alimentación, vivienda digna, educación, salud y la posibilidad de vivir en un entorno social sin violencia
Las adolescencias y juventudes son una construcción sociohistórica que varía según los contextos
específicos. Cada sociedad define la adolescencia y la juventud de acuerdo a sus parámetros culturales, sociales, políticos y económicos, en función de los cuales delimita las franjas etarias.
Las relaciones de adolescentes y jóvenes con el mundo adulto son producidas en el marco de relacione de poder entre diferentes clases de edad, lo que produce formas hegemónicas de habitar espacios, formas de vida, de ser, pensar, sentir y hacer. Los «valores adultos» se posicionan en el centro y desde allí proyectan expectativas, roles, permisos y prohibiciones hacia las poblaciones no adultas.
La adolescencia está marcada por un gran ritmo de crecimiento y cambios, en los que se juega la integración de diversos aspectos: la autonomía con respecto a los referentes principales familiares (madres, padres, abuelos); la identidad de género, la orientación sexual; los dilemas filosóficos, religiosos y políticos; la elección vocacional-ocupacional, entre otros. El cuerpo juega en esto un rol particular: muy a menudo es el escenario privilegiado de batallas e inseguridades que tienen su origen en factores de la personalidad y del entorno psicosocial. Es esperable también que emerjan ambivalencias y dudas por pérdidas reales o simbólicas (mides/inju-unicef, 2022).
La salud mental adolescente y juvenil debe ser entendida en el marco de su ciclo de vida. Las trayectorias juveniles son dispares, y la ocurrencia de ciertos eventos relevantes en la transición a la adultez deja de tener un orden sistemático o una linealidad para convertirse en un ida y vuelta, en una búsqueda de varios proyectos de vida.
Algunos de estos eventos clave pueden ser la salida del sistema educativo, el ingreso al mercado laboral, el abandono del hogar de origen y el inicio de la vida reproductiva. En ese transcurso, adolescentes y jóvenes atraviesan experiencias que les son inéditas, sobre las que no tienen referencias. Como todo lo nuevo, esas experiencias pueden despertar tanto alegría y entusiasmo como dificultades y malestar. Precisamente por esto, son frecuentes los traspiés, algún síntoma, alguna señal del esfuerzo psíquico, sin que ello implique un problema de salud mental. Muchos de los signos o señales de sufrimiento psíquico que se presentan durante la adolescencia no configuran un problema de salud mental.
Es fundamental que adolescentes y jóvenes cuenten con espacios en los que puedan ser escuchados y comprendidos. Las opciones sociales en la adolescencia y en la juventud son tan fundamentales para garantizar el bienestar psicoemocional como los entornos familiares lo son durante la niñez.
Así, la encuesta longitudinal Panel de Juventudes de la enaj se conforma por dos mediciones en distintos momentos: la ola 2018, que encuestó a personas de 12 a 15 años en la enaj 2018, y la ola 2022, que dio seguimiento a esas mismas personas encuestándolas cuatro años después, con 16 a 19 años de edad.
Casi uno de cada cuatro adolescentes de 16 a 19 años reportó haberse sentido tan triste o desesperado que dejó de hacer sus actividades habituales durante dos semanas o más en 2022. A su vez, el 8% se autoinfligió alguna lesión, es decir, se quemó, cortó o lastimó intencionalmente. Por su parte, el 12% consideró quitarse la vida y el 4% dijo haberlo intentado. En todos los casos, estos registros son superiores a los de adolescentes de edades similares en 2018 y a lo que las mismas personas contestaron cuando eran más jóvenes.
El aumento registrado entre 2013 y 2022 en la proporción de adolescentes de 16 a 19 años que sienten tristeza o desesperación hasta el punto de dejar de hacer sus actividades habituales (de 11% a 24%) inspira análisis más profundos que permitan comprender en quiénes y por qué sucede dicho incremento. El análisis transversal con enaj anteriores, volviendo a los factores de riesgo y protección, aproxima algunas respuestas.
La ansiedad y la depresión son problemas bien diferentes, pero comparten algunos indicadores. Es importante observar cambios en el comportamiento de adolescentes y jóvenes; entre otros: pérdida de apetito y alteraciones en los patrones de sueño. Un adolescente o joven con problemas puede expresar preocupación excesiva, desesperanza o tristeza profunda.
Es importante consultar a un especialista en el tratamiento de afecciones específicas de adolescentes y jóvenes, a fin de realizar un abordaje integral. Cuando la persona reciba tratamiento farmacológico, es imprescindible un seguimiento responsable para evaluar posibles efectos secundarios de la medicación y la adhesión al tratamiento.