Camila Ltaif Gioscio, de 32 años, se define como muy abierta si tiene confianza con el entorno. Sino no. Depende de la situación y de con quién esté. Todo lo que quiere, lo quiere ya. No se refiere a lo material: no se deja estar ni esperar. Le gusta que todo esté perfecto, en orden, las cosas en su lugar. Dice que tiene como un TOC: si algo no está en su sitio va y lo corrige, sea en su casa o en casa ajena. Rectifica en cualquier lugar; en una casa de vacaciones ajusta cualquier cosa: un cuadro torcido, lo que sea. Es perfeccionista.
Por Anabela Prieto Zarza
Es hija de Sergio y Gabriela, nieta de Salvador y Myriam, y de Marta y Dardo. Fue la primera nieta por ambos lados, lo cual, dice en broma, le genera celos a sus primos, porque también fue la primera sobrina. Tiene dos hermanas más chicas, Lucía y Ziara. Vive con su compañero Leonardo y con sus “hijas de cuatro patas”: una perra, Manuela, y dos gatas, Luna y una bebé recientemente rescatada que se llama Ambar.
Nació en Montevideo, donde hizo el preescolar hasta los cuatro años. Recuerda el colegio; no se olvida más del patio, pero nada más.
La familia se muda a Durazno y va primero a la Escuela Nº 2, luego al Colegio Inmaculada. De 1.º a 4.º de liceo asiste al Colegio San Luis. Termina su educación secundaria haciendo 5.º y 6.º año en el Rubino.
Se inscribe en Arquitectura y se va a Montevideo, pero a la semana se vuelve. Le había quedado una materia previa. Hoy cree que fue una excusa para no seguir. Se queda en Durazno, pudiendo descubrir que no era la carrera que quería hacer: la parte técnica no le atraía tanto como la visual.
Por otra parte, desde que pudo ayudó a su padre en los remates. Lo acompañaba, igual que al abuelo Salvador, cuando iban a mostrar casas para vender o alquilar. Ese año se dedicó de lleno a esa actividad, que le encantaba. Siempre pensaba en qué podría hacerles a esas casas: cómo decorarlas, qué reformas serían necesarias para potenciarlas. “Yo veía que estaban arregladas, pintadas, pero pensaba en cómo volverlas más funcionales y atractivas”.
Su vocación estuvo definida desde siempre. Cuando era chica armaba las casas de las Barbies. Nunca era la mamá de las muñecas, ni la doctora, ni la maestra: era la que armaba la casa, y ahí se terminaba su interés por las mismas.
En la época en que internet se conectaba a través del teléfono, en el año 2000, sale el primer Sims. Unos años después, con 12 o 13 años, se compra el juego. (Es un juego donde te armás tu casa, la equipás y jugás a vivir en ella, participar en el barrio, crear una persona parecida a vos, etc.)
Camila creaba la persona, pero no era lo que le interesaba: su motivación era crear la casa, equiparla, decorarla, y de ahí a otra; nada más.
Al año siguiente se fue y comenzó Diseño de Interiores en la UDE. Le gustaba, estaba contenta. Además, mientras estudiaba, trabajaba. Hacía cosas visuales, por ejemplo, trabajos para un decorador de fiestas muy famoso, “que es un genio”, Pablo Bufano.
También hacía souvenirs para casamientos, cumpleaños, tarjetas; experimentaba en lo que sería parte de su profesión.
Se recibió, pero fue más allá en su formación. Se inscribió en Diseño Industrial, opción Productos en la Facultad de Arquitectura, en la opción Producto. Hizo dos años y no terminó, “pero fue una etapa que me enseñó pila”.
También cursó Infografía en Arquitectura en la UTU. Nos cuenta que “te enseñan cómo presentar la parte visual de un proyecto arquitectónico, usar programas 3D, hacer maquetas, etc.”
Siempre trabajó en forma particular; tiene su empresa propia. Aunque tuvo una experiencia laboral como dependiente que le permitió volver a Durazno con trabajo y en pandemia. Por eso aceptó un contrato a
término en la empresa que trabajaba en la construcción de la Ruta 14. Su función era, con el CivilCAD, contribuir al control de toda la información que traía el topógrafo y lo que estaba proyectado. No era algo que le apasionara, pero fue también un aprendizaje. Además, Durazno era y es donde quería estar. “Me gusta Durazno”, nos dice.
Actualmente está abocada de lleno a potenciar su empresa, que lleva su nombre: Camila Ltaif. No le dan las horas del día. Tiene la oficina en su casa y el 80% de sus trabajos llegan por el boca a boca. Tiene redes sociales, pero no las mantiene muy actualizadas por falta de tiempo. Tiene muchos proyectos terminados que no ha podido subir. Se dedica pura y exclusivamente al diseño de interiores.
Se siente realizada con lo que hace. Le encanta trabajar. No sabe decir que no en el trabajo; de hecho, este año se obligó a ponerse un horario en el gimnasio para tener que parar, si no seguía de largo. No le pesa porque disfruta lo que hace.
Cree que Durazno se desarrolló mucho en su sector en los últimos años. “En pandemia la gente pudo percibir lo que le faltaba en su hogar, lo que necesitaba y no tenía para estar a gusto. Quizá antes no habían sentido esa necesidad. Durazno es una ciudad moderna que se mueve bastante”. Camila tiene credenciales para emitir ese juicio, ya que trabaja para todo el país.
Los principales desafíos que enfrenta para ejercer su profesión son los tiempos y que la gente quiere todo ya. Se ríe y agrega: “Igual que yo”. Concretar un proyecto significa trabajar con mucha gente: coordinar a todos para que todo llegue en tiempo y forma, proveedores, carpinteros, albañiles, constructores, electricistas, fleteros. Es mucha gente. Pero ha ido ganando en experiencia y muchas cosas las anticipa o maneja por celular. (Durante la entrevista el móvil estuvo siempre activo, y es que los jóvenes tienen eso de que pueden hacer muchas cosas a la vez y todas las hacen bien).
No tiene tiempo de realizar muchas actividades de esparcimiento, pero le encanta viajar. Una vez al año trata de hacer un viaje para desconectar la mente. “Ahora que puedo, que no han llegado los niños”. No mira mucha tele, pero a veces una peli o una serie, “que rinde más que leer”, dice. Le encantan los animales.
Sueña con tener una casa para remodelar para ella misma. Le gustaría que fuera en Durazno, pero nunca se sabe. Quiere seguir viajando, y como le gusta a ella: esos viajes que vas con todo organizado. “Tengo una planilla con todos los lugares a los que tengo que ir. Me encanta viajar así.”
Consultada sobre si quiere dejar un mensaje final, responde: “Creo que no debería decirle nada a nadie, porque cada uno es diferente”.
Camila es así: concisa, contundente, joven y entusiasta, con las cosas claras. Fue un placer entrevistarla y aprender tanto de una profesión que para mí era desconocida. Gracias, Camila.
