Claudia Elizabeth Colli Arrés es, ante todo, una mujer que lucha, sueña y ama profundamente lo que hace. Desde niña imaginó una vida sencilla y plena: casarse, tener hijos, vivir en el campo, criar animales y cuidar sus plantas. Ese era su sueño más puro. Sin embargo, la vida, siempre sabia, la llevó por otros caminos, y en ellos encontró su verdadera misión: enseñar.
Por Anabela Prieto Zarza
De chica jugaba a ser maestra. Le encantaba el inglés, pero más que el idioma, lo que realmente la apasionaba era transmitir conocimiento, ver aprender a otros, ser puente. Así, la docencia se transformó en su destino.
Nació y creció en Malvín, Montevideo. Su segundo nombre, Elizabeth, fue elección de su madre, inspirada en la Reina Isabel de Inglaterra. “Siempre estuve ligada a la vida de la Reina, cuenta entre risas. Cuando ella falleció, yo estaba con COVID, y mi mano derecha era un docente que se llama Carlos Vuacheret. Yo bromeaba diciendo que a las dos nos iba a suceder un Carlos”.
Sus raíces familiares están en Paso de los Toros, donde sus abuelos tenían comercio. Su abuela, a quien considera una verdadera pionera, dejó todo atrás para acompañar a sus hijos en su educación, mudándose a Montevideo y abriendo un comercio en Malvín. De ella, Claudia heredó el coraje, la determinación y la fe en el trabajo.
Creció en el barrio, asistió a la Escuela Experimental de Malvín, la única escuela pública de doble turno, y a los 15 años comenzó una historia de amor con quien sería el padre de sus hijos. A los 22 se casó y a los 33 se mudó a Durazno. “Soy montevideana de nacimiento, pero duraznense por elección”, dice con orgullo.
Es madre de Santiago (39) y Camila (38), y abuela feliz de Francisco de 8 años y Pilar de 7 hijos de Camilia y de Agustina de 7 y Valentina de 2 hijas de Santiago. Su familia es su mayor alegría.
Al llegar a Durazno, la recibió una comunidad abierta y amable. Se compró una bicicleta y salió a vender papel de regalo por los comercios duraznenses. Pero tenía experiencia docente en un instituto de Montevideo donde había trabajado durante 8 años, debía encontrar su lugar en esa nueva ciudad donde aplicar sus conocimientos. Golpeó puertas, una de ellas la de Analía Pérez, directora del Instituto PC Choice. Claudia, con visión de futuro, propuso unir el inglés y la computación, dos saberes que en los 90 eran promesa de oportunidades. Así nació Orwell y PC Choice, un proyecto innovador.
El primer año tuvo 13 alumnos, luego 33, y en poco tiempo casi 200. Fue el resultado de su pasión, dedicación, alegría y calidad humana que la caracteriza.
Más adelante, en 2001, la Alianza Cultural Uruguay–Estados Unidos la convocó para hacerse cargo de la filial Durazno. “No lo pensé dos veces. Fue un antes y un después, pasé a jugar en otra liga”.
Desde febrero de 2002 está al frente de la institución, que en 2026 cumplirá 25 años bajo su dirección. Su permanencia no es casualidad: Claudia hace las cosas bien, con alma y compromiso, y eso lo confirman sus alumnos.
Actualmente, la Alianza funciona en Lavalleja y Batlle. Tiene dos docentes que colaboran con los más pequeños, pero los adultos siguen siendo su grupo preferido: “No se los cedo a nadie”, dice sonriendo. Dar clases es su vocación, su esencia.
Ha trabajado también en la capacitación de funcionarios públicos, cree que debe de universalizarse su enseñanza porque está convencida de que el inglés puede abrir puertas laborales y fortalecer el desarrollo del turismo y los servicios en Durazno. Durante más de 20 años dictó clases a pilotos de la Fuerza Aérea Uruguaya, donde recientemente se jubiló como personal civil.
Entre las muchas satisfacciones de su carrera, una historia la emociona especialmente. Uno de aquellos pilotos a los que enseñó inglés, hoy trabajando en Qatar Airways, quiso agradecerle por haber sido,
además de su profesora, un sostén en momentos difíciles, para él y para su hermano. Le regaló un viaje “a cualquier parte del mundo”, con la condición de que lo visitara en Qatar. Así fue como Claudia cumplió otro sueño: conoció Italia y luego viajó a Medio Oriente. “Ese gesto me marcó. Sentí que algo de lo que di con el corazón, volvió multiplicado”, confiesa emocionada.
En su tiempo libre disfruta caminar con su perro Cortito, adoptado de un refugio. Le gusta leer sobre espiritualidad, cultivar la calma interior y planear nuevos viajes. Pero sobre todo, disfruta de su rol de abuela: presente, dulce y cómplice, “consentidora en la medida que la dejan”, dice riendo.
Convencida de que la felicidad no es estado, sino una búsqueda, nos deja su mensaje, sencillo y profundo que resume su forma de vivir:
“Esfuérzate por ser feliz. No significa estar contento todo el tiempo, sino tener una vida con propósito. Ese propósito es lo que da sentido a todo lo demás.”
Mensaje sorpresa de Camila y Santiago
Un mensaje de Camila y Santiago: “Mamá, te decimos Pocha porque nos gusta hacerte enojar, sos calderita de lata, pero sabemos que sos una gran Mamá, que dio todo y estamos orgullosos de vos, gracias por ser la abuela que sos. Te queremos mucho”. Gracias Camila y Santiago por sumarse.
