Andrea: un camino hecho de afecto, entrega y valores

Andrea Cecilia Ramos Lauriano, de 48 años, es una mujer alegre, de bajo perfil, frontal y directa. Le gusta escuchar y ayudar a las personas que lo necesitan. Es hija de Omar “Moreno” y Teresita, y nació en Durazno el 4 de diciembre de 1976. Su nombre fue elegido por su hermana mayor Virginia, en honor a sus muñecas.

Por Anabela Prieto Zarza

Es mamá de Sebastián, de 25 años, “mi tesoro más preciado”. Él estudia Derecho y vive de manera independiente en Montevideo.

“La maternidad marcó un antes y un después en mi vida como mujer. Hoy puedo decir que lo más importante es verlo crecer, desarrollarse y ser un ‘hombre’ feliz, con raíces sólidas y valores; recorrer su vida junto a Vale, la persona que él eligió para hacerlo, a quien considero la hija mujer que no tuve”.

Andrea está casada con Gabriel Ocampo desde hace 17 años, aunque la pareja comenzó varios años antes. De Gabriel dice: “Nuestro cable a tierra y sostén, el ejemplo de persona de pocas palabras, inteligente, honesto y trabajador”.

Su papá falleció en 2009. “Era mi referente, quien con su mirada me enseñó mucho, pero omitió enseñarme a vivir sin él, golpe muy duro, por cierto. Teníamos una hermosa relación”.

Andrea tiene tres hermanos varones y una mujer. Es feliz con sus 12 sobrinos, seis sobrinos/nietos y dos ahijados; todos tienen su lugar en su corazón y saben que cuentan con ella en todo momento.

Cursó primaria en la Escuela Nº 6, de la cual guarda los mejores recuerdos. Menciona especialmente a sus maestras Gloria, Venancia, Adriana y Regina. Por temas laborales de sus padres, cursó primer año de secundaria en Carlos Reyles y luego continuó en el Liceo Rubino.

Las oportunidades de continuar los estudios en la capital no eran iguales para todos. Andrea, buscando su camino, en 1998 decidió realizar Administración en UTU. Recuerda con mucho afecto a los profesores Navatta, Labrot, Rachetti y Rolín. Culminó sus estudios con excelentes calificaciones y descubrió que era lo suyo.

En 1999 comenzó su vida laboral, primero en un estudio contable, donde puso en práctica sus conocimientos y adquirió experiencia, desarrollando sus capacidades.

Luego de unos años y tras probar otras opciones, recibió un llamado y surgió la oportunidad de ingresar a ADID. Corría el año 2008 y fue un gran desafío: conocer nuevas personas y comenzar a convivir con personas en situación de discapacidad. Un “mundo” desconocido en sus comienzos, pero que hoy sostiene que fue lo más lindo que le pudo haber sucedido, tanto en lo personal como en lo laboral.

Comenzó inicialmente como secretaria y luego asumió el rol de Directora del Centro, cargo que lleva adelante con mucha dedicación, satisfacción y orgullo. “Compartir mis días con personas tan llenas de ternura, con amor puro, es lo más gratificante. Percibir valores tristemente perdidos en algunos ámbitos; recibir una sonrisa, un beso o un abrazo simplemente para recibir otro. Eso tan simple pero valioso no se cambia por nada. Son ejemplos para muchos, guerreros de la vida y merecedores del mayor de nuestro esfuerzo para brindarles siempre lo mejor”.

Le gusta escuchar música, disfrutar de la paz, tranquilidad y armonía de su casa; viajar, compartir tiempo con sus seres queridos y con sus niños “peludos”, así como también permitirse tener su espacio para estar sola y reencontrarse consigo misma.

Considera que las mujeres cumplen un rol importante en todos los ámbitos, y que se ha generado un cambio sustancial en la actualidad, con participación en diversos planos: educativos, políticos y sociales. “Es altamente positivo y equitativo”.

Quienes conocemos a Andrea y su labor, sabemos de su alta dedicación, del amor con el que trata a los usuarios de ADID y del excelente relacionamiento que tiene con el equipo de trabajo, a quienes valora muchísimo igual que a los integrantes de la Comisión Directiva. También sabemos que es un

ser humano sumamente solidario, que agradece y recibe con el corazón abierto a quienes visitan la Asociación y colaboran con la Institución.

Considera que no tiene sueños pendientes. “Cada amanecer es único y debemos celebrar por tener la oportunidad. Aprendí que la vida es aquí y ahora, que estamos de paso y constantemente expuestos a cambios imprevistos; por tal motivo, hay que disfrutarla”.

Nos deja su mensaje: “A las mujeres, en general, que estén activas, que aprovechen las oportunidades con las que cuentan hoy. Que elijan la felicidad a diario sin buscar la aprobación de los demás”.