Gabriela Vera Chifflet Kubin es hija de Vera Kubin y Emilio Chifflet. A sus 61 años, se considera una mujer plena y realizada. Es la mamá de Rodrigo y Mateo, y abuela de Magie y Carmelita.
Por Anabela Prieto Zarza
Nació en Montevideo, pero su infancia y adolescencia la pasó en Durazno. Cursó sus estudios en la Escuela Nº 2 y el Liceo Rubino. Ingresó a la Universidad de la República, Facultad de Medicina, en la época en que se debía rendir prueba de admisión. De hecho, fue el año en que se incorporó dicha prueba.
Desde niña supo que sería médica. Jugaba con sus vecinas a curarse todo el tiempo. Con vocación definida por la medicina, tempranamente en su carrera descubrió su “otra vocación”: la ginecología. Cursando Fisiología en tercer año, el docente era un colega ginecólogo que la fascinó con su relato y las clases de fisiología endócrina ginecológica. En ese momento dijo: “¡Voy a ser ginecóloga!”.
Cursó su carrera sin tener la necesidad de trabajar, hasta octavo, el último año, en que tuvo que realizar el Internado Obligatorio.
Luego de culminado el internado, se recibe de médica en el año 1991. Ya era mamá de Rodri, su primer niño. Su desafío era prepararse para dar el concurso de residente para Ginecología. En ese momento no era un requisito obligatorio para realizar la especialidad, pero era un desafío personal para Gabriela.
Ya trabajaba como médica en Durazno en algunas policlínicas como médica general y ayudantías quirúrgicas.
En el año 1994 ingresa como residente al Hospital Pereyra Rossell, en la Clínica Ginecotocológica C del Profesor Cuadro. Esa etapa fue una de las más gratificantes de su vida, a pesar de haber sido muy sacrificada. Viajaba todos los días a Montevideo a trabajar en la residencia y regresaba en la tarde. De esa etapa guarda muchos recuerdos hermosos: amigos, compañeros, interiorizarse en la especialidad, aprender todo lo que sabe hoy en día. “Formar parte de un gran equipo de trabajo de un centro de referencia nacional como es el Hospital Pereyra Rossell, aprender a hacer mis primeros partos, cesáreas, aprender a operar… y ganar tantos amigos y afectos que guardo hasta ahora”, dice.
Tres años después se recibe de médica especialista en ginecología y comienza su actividad en Durazno, en CAMEDUR y en Salud Pública, en Sanatorio Americano, en COMEF, lugares donde trabajó durante mucho tiempo.
Nace su segundo niño, Mateo. Fue madurando profesional y laboralmente. Considera que siempre fue muy autoexigente en su formación. No tiene claro si eso es bueno o malo, pero por eso su desafío laboral siempre fue continuar formándose en diferentes subespecialidades, y es lo que está haciendo actualmente.
Hizo un posgrado en Gestión de Servicios de Salud en el CLAEH. Trabajó en Sanidad Militar. “No me quedó qué no hacer”, dice con satisfacción por el camino recorrido.
Hoy trabaja en CAMEDUR como ginecóloga y coordina el equipo de Ginecología y block quirúrgico. Destaca que lo hace en conjunto con un gran equipo con el que, además, son parte del equipo de gestión de CAMEDUR, institución que considera su segundo hogar.
Su visión de la vida es ser siempre, muy positiva. Con el pasar del tiempo y por diferentes circunstancias, ha podido valorar y focalizar lo que es trascendente y lo que no. Destaca la importancia de brindar a quienes acuden a consulta por el motivo que sea, una escucha activa y la ayuda terapéutica si es necesaria.
“Aprendí y desarrollo en el día a día lo simple de las cosas, que la vida va por otro lado… Como mujer que cuida mujeres, me paro firme y trato de transmitir cómo debemos priorizarnos, cuidarnos y respetarnos”, afirma contundente.
Por ser mujer en un ambiente “quirúrgico” no ha tenido dificultades. Trabaja con un equipo humano increíble que le permite desempeñarse sin importar el género, tanto en su especialidad como en su área en el equipo de gestión.
Siente que, a pesar de su experiencia personal, vivimos en un mundo en el que siguen existiendo desigualdades de género, pero intenta, en su abordaje con las pacientes, transmitirles la importancia de valorarnos y empoderarnos.
Gabriela ama viajar, salir de su zona de confort, conocer otras culturas, otras miradas, otras realidades, ruidos, olores, sabores. “Me gusta sobre todo ser anónima y libre”. Es algo que disfruta mucho y, en ese camino, ha conocido muchos amigos con esta misma inquietud, tan loca y linda.
Le gusta mucho leer y también escribir. “Es un debe en mi vida y me encantaría poder aprender a escribir. En mi juventud trabajaba de ‘escribiente’. Escribía para mis amigas todo tipo de mensajes, mails, lo que fuera destinado a sus novios, etc.”, cuenta recordando ese tiempo con alegría.
En realidad, ama escribir; tiene en la mira participar de un grupo de Médicos Escritores. Sin dudas lo hará cuando sea su tiempo. Otra de sus pasiones es la radio. Le encanta la radio.
Cree que un sueño por cumplir hubiera sido trabajar en Médicos Sin Fronteras. Siempre creyó que lo haría. A otra edad obviamente, antes de sus niños. “Ese sí hubiera sido un sueño…”.
Siente que hace lo que realmente le gusta, ama su profesión, poder ayudar a mujeres en diferentes etapas de la vida, con diferentes problemas, consultas y situaciones. “Amo darles ese momento único e irreproducible de la magia del vínculo médico-paciente en la que solo nosotras lo vivimos. Amo poder ayudarlas dándoles un tratamiento médico o quirúrgico”.
Valora mucho su equipo de trabajo, siente que son un gran equipo que funciona como un todo y que lo han ido formando en el transcurso de tantos años.
“Soy una agradecida de la vida. Luché mucho para ser quien soy ahora, valoro mucho mis afectos y mi trabajo, me esfuerzo día a día porque soy una convencida que en la excelencia están los logros”.
“Amo a mis hijos Rodri, Vicky, Mate y Pieri. A mi mamá. A las bebítas de casa, Magie y Carmelita”.
