Inés Teresa Aguiar Ruiz Díaz, “la cobradora de SEP”, dice riendo. Se define como una mujer simpática, agradable, quizá porque trabajó en comercios muchos años; “si no se es, se aprende, porque hay que llegarle a la gente”.
Por Anabela Prieto Zarza
Esta mujer de 57 años proviene de una familia humilde donde el trabajo y los valores fueron cultivados y transmitidos por dos grandes personas: sus padres, Cecilio Aguiar y Esther Ruiz Díaz. Cecilio era alambrador, un trabajo relativamente bien pago, pero muy rudo. Tenía que estar fuera hasta tres meses, viviendo en una carpa la mayor parte del tiempo. La madre era ama de casa, y en ausencia de su esposo se hacía cargo de todo en el hogar. Vivían en el barrio Hipódromo; sus obligaciones pasaban por criar a cuatro hermosas niñas —Beatriz, Nery, Mary Sonia y la más chica, Inés—, enviarlas a la escuela almidonadas e impecables y, además, hacía de todo: daba vuelta la tierra para plantar boniatos, andaba con la vaca para arriba y para abajo para que sus hijas tuvieran leche, hacía quinta, criaba gallinas, patos y chanchos. Esas cuatro niñas hoy son cuatro hermosas mujeres de bien que hacen honor a los valores recibidos.
Inés, desde el año 1994, transcurre la vida junto a Adolfo Guerra, un hombre que admira, valora y respeta, que siempre la apoyó y estimuló, con quien ha formado una hermosa familia, con dos hijos: Mikaela, de 28, y Pablo Manuel, de 26 años.
Inés vivió 27 años en el barrio Hipódromo, cuando quedaba lejos del centro (por lo despoblado; hoy es otra cosa diferente). Asistió a la escuela Nº 35 cuando era rural. Fue una niña feliz, que jugaba en la escuela y con sus hermanas a los juegos de la época: muñecas, payana, palmitas.
Pero había otros juegos entonces, que tenían que ver con aprendizajes. Las hermanas aprendían en la escuela crochet, entre otras cosas, y en la casa le enseñaban a ella.
Concurre al Liceo Rubino, y recuerda la cantidad de veces que había que cruzar la creciente en bote para llegar al liceo y al centro. Además de los estudios secundarios, concurría al Taller de Artes Plásticas, a clases de hilado y teñido con Aida Maldonado, y de telar y alfarería porque le encantaba, con el profesor Samarrena.
Los primeros ingresos económicos los tuvo del lavado, hilado y confección de mantas en lana cruda, todo natural de oveja. Con ayuda de sus padres compró el primer telar, y su primera rueca fue un regalo de Adolfo, por entonces su novio. Esta actividad la ha acompañado toda su vida, aunque ahora solo se dedica al hilado, aunque conserva algunos telares. No se dedica a la confección por falta de tiempo.
Su primer trabajo fue en el Polvorín 3 (tiene gratos recuerdos de ese comercio, desde la cantidad y variedad de artículos que comercializaba, de distintas calidades y precios, hasta las características del edificio: la marquesina de hierro y vidrio y una placa de bronce en el piso con el nombre de la familia propietaria). Trabajando en el Video Club Mangarelli, se casa con Adolfo; después trabaja en la restauración de tapices con un belga que se había instalado en Santa Bernardina. Fue una adelantada, nunca tuvo miedo de cambiar de trabajo, de buscar oportunidades, igual que lo hacen los jóvenes hoy. En una época medio difícil laboralmente, tampoco se hizo cuestionamientos y se dedicó a la maternidad y a estar cerca de sus hijos.
Después ingresó en la Distribuidora de los Hnos. Beal y se encargaba de la reposición de galletitas en los supermercados y comercios de Durazno. Mucha gente le dice: “vos trabajabas en tal súper”. No era así; la veían porque era reponedora en los mismos.
A esa distribuidora entra gracias a Norma Grum, esposa de Beal. Después trabaja en Care Supergas. Y nuevamente, gracias a Norma, ingresa al SEP, donde espera jubilarse, dice riendo.
El tránsito por tantos trabajos le dejó muchos aprendizajes: a vincularse, a ser quien es, a desarrollar habilidades comunicacionales, escuchar, atender y entender a todas las partes. Por eso cree que se le hace fácil cambiar de trabajo, ir en búsqueda de nuevas oportunidades.
En SEP hace la cobranza, conversa, tiene en cuenta los horarios de la gente, sus hábitos, lugares de trabajo y fechas adecuadas para pasar; por eso es querida y respetada por la empresa y por los socios. Al comienzo, la principal dificultad fue encontrar los domicilios de los clientes, encontrar las calles. Toda la vida en Durazno, y se dio cuenta de que no conocía nada de la ciudad. Ahora domina totalmente la ciudad, la gente, los socios, los gustos. Dice: “ahora es un boleto, por eso me quiero jubilar allí”.
Además de su trabajo “formal”, también se dedica a otras actividades que le generan ingresos, como el hilado de lana cruda. “No lo pongas”, me dice, “pero yo soy Mac Pato”. Se refiere a que le encanta hacer todo lo referente a manualidades; es una artesana por naturaleza, pero también le gusta que esas cosas le den un rédito económico, quizá porque proviene de una familia humilde y aprendió a explotar su fuerte, que es todo lo manual. Por eso, después de hacer un curso de trabajo en cuero, se dedica a la confección de artículos en ese material. Está convencida de que, una vez que se jubile, realizará más cursos, porque le encanta, y explotará más todo lo vinculado a la confección de artesanías en cuero.
Los viajes son su debilidad, que comparte con su esposo y, a veces, con sus hijos. Aprendió con Adolfo que con método y buena administración se puede ahorrar y así progresar y darse los gustos. Gracias a ello han podido viajar al exterior, conociendo muchos lugares, paisajes y culturas. De hecho, en este momento están realizando un viaje por Europa, del cual esperamos comparta alguna foto para esta publicación. Las vacaciones en familia a la playa son sagradas, así como pasear y disfrutar todo lo vinculado a la naturaleza, particularmente en Durazno. Es infaltable la vueltita por el río Yi, por la avenida Churchill, por el Parque de la Hispanidad.
De las cosas que más la marcaron en la vida fue la pérdida de su madre. El duelo fue bastante extenso, pero hoy entiende que la mejor manera de recordarla es con amor y asumir que vivió sus 93 años bien vividos.
Tiene muchos sueños por cumplir, pero agradece que ha cumplido muchos. No sabe muy bien cómo definir lo que siente al respecto de los sueños, pero sabe que están ahí, y que ella, lo que sueñe, lo va a cumplir, porque los sueños se persiguen.
La vida de Inés, en sí misma, es su mensaje: soñar y hacer realidad los sueños, trabajando para ello.
