Sonia Amneris Martínez Vila, hija de Gloria y Horacio, hermana de Cristian y Danilo, esposa de Sergio y madre de Emanuel, de 28 años, tía de Belén y Luciana, es una mujer positiva, alegre y resiliente, que a sus 50 años se sabe feliz.
Por Anabela Prieto Zarza
Nació en San José, fue a la escuela rural Nº 34 de Zanja Honda, su mayor orgullo. Cursó secundaria en el liceo de Villa Rodríguez. Tuvo que salir a trabajar muy joven. Con su hermano mayor fueron al ordeñe, en el tambo de los Lema. Al poquito tiempo le ofrecen ser la cocinera de la gente que venía con las máquinas a hacer trabajo zafral, y queda en la cocina. También le asignan la responsabilidad de hacer el control mensual de calidad de la leche. Aprendió mucho de ese patrón.
De ahí, a San José, a cuidar de noche a una señora mayor. De día trabajaba en una fábrica de alfajores (por eso, hasta ahora, no prueba un alfajor, dice riendo). Luego ingresa a un supermercado, lugar en el que el aprendizaje recibido le ha permitido saber cómo lograr lo que tiene hoy. Es que así es Sonia: una esponja que de todo aprende.
Se casa con el papá de Emanuel y se van a vivir a Montevideo: ella de doméstica y él funcionario del MTOP. Embarazada de su hijo, surge la posibilidad de hacerse una vivienda por MEVIR, en Mendoza Grande. Allá van, a cumplir el sueño de la casa propia.
Visionaria, buscadora de oportunidades, pensando en la cantidad de gente que trabajaría en las viviendas, empezó a hacer empanadas y pasteles para vender. Y puso un lavadero de ropa, que al comienzo funcionaba “a mano”.
Cuando Emanuel tenía 8 meses se separa. La casa recién estaba a la altura de los pilares, faltaba todo y había que sobrevivir. A modo de excepción, porque no tenía dinero para pagar un personero, MEVIR la autoriza a hacer el 100 % de las horas. Su vida pasaba por trabajar en la obra durante el día, a donde llevaba para vender la comida que elaboraba durante la noche en su casa. De eso vivía. En ese proceso aprendió mucho de todo: de construcción (entre otras cosas, aprendió a hacer caños de estufa a leña e hizo muchos), de vínculos y, sobre todo, a valorar la importancia de rodearse de buena gente, porque guarda un cariño muy especial por aquellos que la ayudaron: desde enseñarle a trabajar en la obra, hasta vigilarle al niño y acompañarla.
En determinado momento postula para cajera en el peaje de Mendoza. Lo hace, gana e ingresa. Comenzaron sus primeras conquistas materiales: compró su primera moto, amuebló la casa. Pero lo más importante fue que mejoró sustancialmente su calidad de vida.
En el peaje conoce a dos personas muy importantes en su vida: Cacho (se refiere a Carmelo Vidalín, a quien admira profundamente) y Sergio, de quien se enamoró y con quien comparte su vida desde hace 24 años. Corría el año 2001.
Sergio la impulsa a estudiar algo que le gustara. Nada la atraía. En Montevideo pasan por un cyber y Sergio le dice: “Eso tenés que estudiar, porque el mundo se va a comunicar
así, remotamente”. Empieza computación en un instituto en Florida, donde el docente —un verdadero maestro— le transmitió conocimientos que le permitieron instalar un cyber en su localidad.
Comienza a venir de paseo a Durazno. Además de enamorada de Sergio, comienza a enamorarse de Durazno. Uno de esos paseos duró dos meses y se convirtió en 18 años de convivencia. Durazno, para el que viene de afuera, tiene todo. Tiene la belleza de la ciudad, la gente y un potencial laboral impresionante. Todo el que conoce a Sonia sabe que habla maravillas de Durazno, siempre.
Ya instalada en su nuevo lugar de residencia, sigue estudiando: es técnica informática recibida en UTU. Sin falsa modestia dice: “De 35 aprobamos 4 y yo fui la única mujer”.
En determinado momento, Sergio queda sin trabajo y comienzan a vender perros, gatos, alimentos de mascotas y demás productos asociados. Además, Sonia da clases de informática, que vivía con mucha alegría: se divertía dando clases.
Así surge Infomar, que significa Informática Martínez. “Me maté con el nombre”, dice riendo. Infomar era ella: un bolsito, un teclado y un ratón que le prestó su mentor Juan José (Pepe) Bonfrisco. Así comenzó, casa por casa, arreglando computadoras.
Esta idea de ir casa por casa se la comentó a Fredy Ruch, quien le dijo: “Dale para adelante, que va a ser una pegada”. Y lo fue.
En ese contexto se dio cuenta de que en el barrio faltaban dos cosas: un almacén y que además, tuviera un horario continuo y extenso. Vende el cyber en Mendoza, va a Montevideo, al barrio de los judíos, compra todo y capitaliza el comercio.
Ese fue el comienzo de Infomar, que de ahí en adelante no paró de crecer, transformarse, reinventarse, atender la demanda de los clientes, siempre con el invalorable apoyo de Diana González, su mano derecha, y el agradecimiento permanente a los clientes, que son para quien trabaja y de quienes recibe el mejor reconocimiento: la fidelidad.
Más adelante surge la oportunidad de ingresar a la Intendencia como técnica informática, en lo que trabajó durante 6 años. Posteriormente es designada en un cargo de confianza: la Coordinación General, donde se desempeña durante 3 años más. Fue una etapa de crecimiento, aprendizaje y que la impulsó a seguir estudiando y creciendo como persona, porque la visión desde un lugar público es completamente diferente a la que tenía desde su experiencia privada. Todo es diferente, y agradece profundamente la oportunidad que tuvo.
Como no para, con Infomar entre manos y trabajando en la Intendencia, hace 4 años surge la posibilidad de invertir en otro rubro. Un local deteriorado, casi en ruinas, que invitaba a una transformación; el sueño de su esposo de tener una ferretería o barraca desata la concreción de un nuevo emprendimiento. Así surge MB, que debe su nombre al intento de que fuera Mi Barraca. Con Magela Picardo, su colaboradora en MB, eran informáticas, así que abrieron el local con artículos informáticos y un cartel que decía: “Próximamente ferretería”. Ese cartel está allí todavía.
Estas dos mujeres, en camión prestado, recorren mayoristas en Montevideo buscando mercadería. Seguramente asombran por su audacia e iniciativa, porque no solo compran y negocian precios, sino que también se trepan a la caja de un camión que Sonia conduce para cargar la mercadería.
Se ganan la confianza y, de cada viaje, vuelven con más de lo que iban a buscar, con mucha mercadería consignada y créditos abiertos.
En medio de este proceso surge el remate judicial del local, lo cual podría significar tirar todo por la borda. No es la primera vez que Sonia asume desafíos, ni será la última, seguramente. Debiéndole a cada santo una vela, compra el local en el remate. Ya no debe nada, solo el agradecimiento a la familia y a dos amigos que apoyaron y ofrecieron financiar la inversión.
Hoy MB es una empresa multirrubro, que generalmente se mueve en un mundo muy masculino, en el cual Sonia nunca ha tenido dificultades. “Depende de tu actitud”, dice. Para ella, el equipo representa un mil por ciento de la empresa. Se depende del equipo y del ambiente que se genera. Para entrar a trabajar con Sonia, no son tan importantes los conocimientos, porque ella los brinda; lo que sí le importa es la actitud de sus colaboradores.
En sus tiempos libres le encanta disfrutar de sus mascotas. Tiene dos gatitos y extraña a dos perritos que tuvo: Sara y Piter. Le apasiona viajar, conocer otros lugares y culturas, y ha tenido la posibilidad de hacerlo: con Sergio, con Emanuel, con su madre, con colaboradoras y amigas. Las reuniones con sus hermanos son muy importantes, honran los valores que les trasmitió su madre sobre la importancia de ser unidos y amar a la familia.
Ha tenido la posibilidad de incursionar en la política, que le encanta como oportunidad de ayudar a mejorar la calidad de vida de la gente.
Integra Rotary Paso del Yi, es socia del Centro Comercial y trabaja muy en conjunto con Pymes Durazno.
Su sueño es que MB sea un centro logístico comercial, en los rubros de barraca, ferretería, entre otros. Está agrandando el depósito y sueña con ver camiones entrando y saliendo, montacargas moviendo mercaderías de un lugar a otro.
A veces piensa que tiene que parar, pero ella misma se dice: “La salud es no parar”.
A las mujeres, y a todos en realidad, nos dice:
“Sueñen y trabajen por sus sueños. La clave para que todo funcione es ponerle AMOR.”