Silvio Rodríguez volvió a Uruguay con la serenidad de quien sigue preguntando

A los 78 años, el trovador cubano regresó al Antel Arena y ofreció mucho más que un recital: un reencuentro con su propia historia y con un público que lo escucha desde hace medio siglo.

Las luces del Antel Arena se apagaron, y la voz de Silvio Rodríguez volvió a llenar Montevideo. Tras 12 o 13 años sin presentarse en Uruguay, el trovador regresó con dos conciertos que agotaron entradas en pocas horas, confirmando que su obra sigue siendo un punto de encuentro entre generaciones.

A los 78 años, Silvio no canta para evocar un pasado idealizado. Canta para entender qué lugar queda para la palabra en un mundo que ya no promete revoluciones, pero sigue necesitando preguntas. Sus canciones nuevas —las de Quería Saber, su último trabajo— dialogan con el desencanto y con la ternura, con una voz que conserva la fibra del muchacho de la Nueva Trova, pero filtrada por la experiencia y la duda.

En Montevideo, los conciertos se vivieron con una mezcla de nostalgia y gratitud. El público uruguayo lo recibió sabiendo que esa guitarra encierra una parte de la historia latinoamericana, pero también un espejo de lo que aún somos. En cada verso se respiraba la persistencia de lo esencial: la poesía como refugio, la memoria como resistencia.

Silvio ya no canta para levantar banderas. Canta para sostener la voz. Para dejar constancia de que el arte —cuando es honesto— puede acompañar la vida sin prometer respuestas. Quizás por eso sus conciertos se sienten más íntimos que multitudinarios: un diálogo entre quien pregunta y quien escucha, entre la canción y el silencio.

Y tal vez ahí esté la huella que deja su paso por Uruguay. Que después de tantos años, siga habiendo espacio para la emoción, para esa pausa donde el tiempo se detiene y solo queda una certeza: que cantar, todavía, es una forma de pensar.

> “Ojalá que la luna pueda salir sin ti.”
(Silvio Rodríguez, 1978)