Cynthia Lorena Valiente Sandoval es una mujer muy positiva, soñadora, siempre en camino y con gran avidez por aprender. Apasionada de la vida, a sus 33 años transita un proceso de reflexión personal, sobre todo en lo interno y lo emocional.
Por Anabela Prieto Zarza
Es hija de Donato Valiente y Silvia Sandoval, oriundos de Villa del Carmen, Durazno. Ellos tuvieron tres hijas: Ana Laura de 35, Cynthia y Sabrina de 26 años. Las tres nacieron en Montevideo, donde sus padres se radicaron al casarse, motivados por razones laborales.
De niñas visitaban con frecuencia a la familia en el pueblo, disfrutaban mucho de los abuelos, aunque extrañaban el movimiento montevideano. También se aburrían un poco por la falta de otros niños con quienes jugar y, lo peor, las obligaban a dormir la siesta, recuerda entre risas.
Comparte su vida desde hace 7 años con Andrés Viana, y cuenta divertida que, como ambos no son de fechas, a veces festejan todo el mes.
Por el trabajo de sus padres, emprendedores entre carnicerías y supermercados, la familia fue bastante nómade. Hoy continúan en el mismo rubro, radicados en Lagomar. Cynthia recuerda especialmente sus pasajes por la Escuela Benito Juárez de Punta Gorda, el Sagrado Corazón en Camino Carrasco y, con mucho cariño, el Colegio del Carmen en Villa del Carmen, donde cursó segundo año de escuela.
Hasta cuarto de liceo estudió en Ciudad de la Costa. De esa época conserva a su mejor amiga y “hermana de la vida”: Sofía Marino, también muy cercana a Ana, con apenas 15 meses de diferencia con Cynthia. Habla de ella con profundo afecto.
En Lagomar, con 12 años, comenzó a participar en talleres de actuación. Allí descubrió su vocación actoral. Aunque siempre fue reflexiva y algo introvertida, también tenía un costado extrovertido y una energía soñadora e infantil que la llevaba a inventar personajes en las rondas de amigas.
Un día, Sofía la invitó a un taller de actuación organizado por la Comuna Canaria. Recuerda la sorpresa al ver allí gente de todas las edades expresándose como ella. Fue la primera vez que sintió pertenencia: “es acá”, pensó. Ese recuerdo permanece muy vivo.
Más tarde, al mudarse nuevamente la familia a Montevideo, cursó quinto y sexto en el Dámaso Antonio Larrañaga. Allí profundizó en la actuación y egresó como actriz de la Escuela Integral de Actuación de Diana Bresque, con un posgrado que culminó junto a la secundaria. Trabajó durante cuatro años como actriz independiente.
Las tres hermanas tienen una fuerte veta artística: la mayor es cantante reconocida y licenciada en Comunicación (periodismo); la menor también es actriz. Cynthia, sin embargo, sintió la necesidad de cumplir con la aspiración paterna de acceder a una carrera más “tradicional”. Aunque reconoce que sus padres siempre apoyaron los caminos de cada una, comenzó a estudiar otras opciones.
Se formó como administrativa en registros médicos y trabajó 12 años en sanatorios, lo que además de sustento le permitió viajar y vivir nuevas experiencias, por lo cual se siente agradecida. También se desempeñó como animadora en eventos infantiles, fija en varios centros, algo que surgió por
recomendación en el teatro. Probó con Magisterio (un año) y pensó en Medicina con la idea de ser pediatra, pero tampoco era el camino. Transitó una crisis vocacional importante.
En su última obra de teatro conoció a una actriz que estudiaba Nutrición. Nunca había oído de la carrera y se puso a investigar. Descubrió que le permitiría ayudar a los demás, ser empática y ponerse en el lugar del otro: conceptos que también relaciona con la actuación. Allí encontró su propósito.
Comenzó a estudiar Nutrición mientras trabajaba en Crami, donde creció como persona y profesional. Aunque tuvo que abandonar por falta de tiempo —vivía en Lagomar, trabajaba en Las Piedras y estudiaba en Montevideo— nunca se quedó quieta. En paralelo estudió Producción en Moda en Inside Studios (Argentina), oratoria y marketing digital.
Fue asistente del productor Fabián Cabrera, manager de su hermana Ana, trabajando en producciones de varios artistas y en, en particular a Anita en el Festival Nacional de Folclore. Allí descubrió que podía aplicar todo lo aprendido desde el “detrás de escena”.
En Durazno, además, encontró el amor. Con Andrés se descubrieron mutuamente y Cynthia comenzó a construir una nueva vida en el departamento, al que hoy siente como propio. Retomó la carrera de Nutrición con fuerza. Durante cinco años vivió en Montevideo mientras Andrés permanecía en Durazno, hasta que decidieron convivir.
Renunció a Crami, se trasladó a Durazno y trabajó como administrativa en Camedur. Cuando llegó el momento de la práctica, debió radicarse nuevamente en Montevideo. Con prioridades ya redefinidas, comprendió que el éxito estaba en tener tiempo para vivir, viajar, disfrutar en pareja y ejercer como nutricionista. Quizá por eso completó la práctica con rapidez y naturalidad, recibiendo devoluciones muy positivas. Era su tiempo.
Ya recibida, volvió a Durazno para ejercer. Asumió el desafío profesional y personal de entrar en la verdadera adultez, con decisiones firmes y cambios que la fortalecieron. Hoy es nutricionista clínica, trabaja con patologías y se especializa en la construcción de la percepción del cuerpo. Integra un equipo junto a la psicóloga Gimena de Ferrari, en un abordaje de mujer a mujer para ayudar a otras mujeres a aceptarse y fortalecer su autoestima, en un espacio terapéutico cálido y humano.
Atiende en su consultorio de Lavalleja y Artigas, con contacto en Instagram @cvs_nutricion o al 092 720 373.
Es una de las líderes de la red BYMAR, organización que promueve la salud general con base científica, vinculando industria y salud en beneficio de la gente. La iniciativa busca acercar a la población a la educación alimentaria y validar alimentos bajo estándares de calidad internacionales de la ONU.
Como creadora de contenidos (UGC) ha trabajado con marcas como Bamboo (bebidas), Carola (ropa), Cañuelas, Givas (galletas sin gluten), Sojamil (hamburguesas de lentejas), entre otras, y realiza videos promocionales para la Ropería de Manuel Oribe 673, conocida como “la del Techito Rojo”.
Disfruta la naturaleza, el sol y el otoño; le gusta correr, caminar y compartir tiempo con sus padres, sin celular, dedicándoles presencia plena. También valora las charlas sinceras con amigas, aquellas que invitan a la reflexión.
Integra la Fundación Diabetes Uruguay, donde participan en campamentos para niños, adolescentes y adultos insulino-dependientes. Allí, durante tres días, se construye una comunidad que educa en el tratamiento, y donde los profesionales también aprenden de la experiencia de los pacientes.
Sus sueños incluyen seguir creciendo como profesional, volver al cine —donde ya participó en algunos cortos— y dar una charla TED, aunque aún no define sobre qué tema. Su mayor utopía: que los padres sean eternos.
Cynthia tiene claro que no existe un único modo de ser. Cree en la reinvención, en los sueños que nunca caducan, que nos esperan hasta que nos animemos a cumplirlos. Y recuerda siempre que tenemos una sola vida y un propósito que debemos honrar para que valga la pena.
