María Fernanda Cardoso Flores, cuando tiene que describirse, se le viene a la mente la frase de la canción del Cuarteto: “Breve descripción de mi persona: no hay tres minutos ni cien palabras que me puedan definir”. Con 40 años recién cumplidos, esta mujer en construcción se percibe esencialmente feliz. A propósito de definiciones, hace referencia a un libro de su hija De extraños dragones y falsos meteoritos, del autor Pablo Bernasconi.
Por Anabela Prieto Zarza
Es muy perseverante: traza líneas, se fija objetivos y se organiza con el propósito de cumplirlos. Es emprendedora en esto de ejercer la profesión; se va amoldando, se ha quedado sin trabajo y ha vuelto a empezar. Tiene verdades absolutas que no negocia, pero es capaz de cambiar si se convence de que es lo correcto. La vida le ha enseñado que lo único que tenemos realmente propio, es el nombre.
Hija de Carlos y Delcis, mamá de Lara (6) y Diego (2), pareja de Nico, hermana de Caro, Carlos y Jose (Josefina), y tía de Pipe, Fede, Fran e Inés. Muy amiga de sus amigas, con quienes integra una red de contención en la que se siente muy cuidada y muy querida. Lo mismo le ocurre con la familia de Nico, que siempre está muy presente en la vida de su familia.
Tuvo una infancia feliz, rodeada de hermanos, amigos, amigos de hermanos y amigos del barrio —que eran muchos—. Fue a la Escuela Nº 2 y al Liceo Rubino. Luego estudió Abogacía en la Facultad de Derecho de la UDELAR.
Ella y sus hermanos estudiaron con ayuda de una beca que otorgaba ANCAP a hijos de funcionarios que cursaran estudios fuera de su lugar de residencia. Los cuatro son profesionales. Admira profundamente a sus padres por las oportunidades que les brindaron. Ninguno de los dos era profesional, pero tenían claro que sus hijos lo serían, motivo por el cual fueron amorosamente exigentes con ellos.
Un par de años antes de recibirse, Fernanda ingresó a trabajar en un estudio jurídico, donde ganaba menos de lo que percibía por la beca, que obviamente perdió. Valora de esa etapa la metodología de trabajo que incorporó y que le ha sido útil hasta hoy.
Se recibe de abogada en el año 2009. Años después incursiona en otro estudio jurídico, especializado en derecho cooperativo, donde trabajó hasta 2017. De esa experiencia destaca el aprendizaje en dicha especialidad, así como su incursión en temas de finanzas, comerciales o y bancocentralistas. Deja de trabajar allí y, tiempo después, la contratan en una cooperativa financiera y en la Cooperativa Molino Santa Rosa, en la cual se mantiene como asesora hasta la fecha. Además, asesora a diversas cooperativas de trabajo y agrarias.
En 2017 se presenta a un concurso en la Intendencia de Montevideo e ingresa a trabajar allí. En 2018 se recibe de escribana, estando embarazada de Lara.
Los últimos ocho años de la vida de Fernanda han sido de permanentes cambios, polaridades que interpelan y transforman, con ese tobogán de emociones que van desde los momentos más felices hasta los más tristes.
Fernanda y sus hermanos aprendieron que aquella frase de que hay que vivir el aquí y el ahora es real. Saben muy bien lo que significa, porque es cierto que no tenemos nada
asegurado. Hay que aprender a sonreír a pesar de todo, y Fernanda, sobre todo, ha encontrado en la ironía y en el humor una herramienta para seguir adelante y mantener vivos los recuerdos de quienes ya no están físicamente, dejándole espacio al duelo.
La presencia de su madre tuvo un fuerte impacto en su vida, igual que la de su abuela. Son “mujerones” con los que se siente profundamente conectada. “La abuela fue la mujer más machista que conocí en mi vida”, dice Fernanda.
En cambio, Delcis fue, junto a otra mujer, una de las primeras en ocupar el cargo de jefa de planta en ANCAP —puestos hasta entonces exclusivamente masculinos—.
Fernanda, en su trabajo, tiene que interactuar con cincuenta hombres, y allí va, se planta y lo hace. En eso, como en otras cosas, siente una gran conexión con su madre. Siente que es producto de esos “mujerones”, y que las personas con las que se vincula y conecta también lo son. Por ejemplo, no ejercía como escribana hasta que una mujer brillante, compañera de trabajo, la instó a hacerlo: “Tenemos que ejercer todo lo que hemos estudiado”. Esa frase fue el estímulo para empezar a ejercer también como escribana.
En medio de esta vorágine de cambios, Nico accede a una oportunidad laboral en Durazno, lo que obliga a reorganizar la vida familiar. Se radican nuevamente en su ciudad natal. Fernanda tramita un pase en comisión a la Intendencia de Durazno y se trasladan. Hoy trabaja bajo el mismo régimen de pase en comisión en la Intendencia de Flores.
Por todo lo vivido, los cambios no la asustan, aunque cree que es importante la forma en que las cosas suceden. “La forma” —dice— es lo que valida o invalida los procesos. Hubo momentos en que corría por todo, pero desde que vivió aquellas experiencias que no puede controlar, como la muerte de su madre, aprendió que hay una esfera de disponibilidad a la que uno debe atenerse. “Podés sentir la tristeza de otros, intentar ayudar, acompañar, aconsejar o dejar un libro, pero no podés tomar las decisiones por esa persona. Es ella quien debe hacerlo”.
Hoy ha construido su propia familia junto a su compañero de vida y sus dos hijos. Se ha reintegrado a la comunidad que la vio nacer y crecer. Y en ese contexto volvió a una de sus pasiones: el básquet, incorporándose al equipo que lleva el nombre de LEDA (La Escuela de Aguirre).
Con apenas 10 años, Fernanda —como muchas niñas duraznenses— concurría a la Escuela Municipal de Mauricio Aguirre. Mauricio les dio oportunidades: viajaban a otras localidades, incluso participaron en un torneo de una semana en Caxias, Brasil. Admira a sus padres por haberle permitido vivir esa experiencia en una época sin la inmediatez de las comunicaciones de hoy. “Era solo a través del teléfono”, dice, y agrega: “Yo no sé si a Lara la dejaría ir”.
Con Mauricio tienen un agradecimiento eterno, porque además de las oportunidades, aprendieron valores y respeto, que Fernanda resume en na frase: “Mientras el DT habla, no se pica la pelota”. El núcleo duro de LEDA son exalumnas de Mauricio y todas tienen marcada esa enseñanza.
Las LEDA, junto con otros cuadros de maxi básquet femenino +30, organizan el Torneo Integración, gestionado por mujeres de todo el país. Este año participaron Rivera,
Rocha, San José, Fray Bentos, Durazno, Montevideo y Canelones. Se juega el último domingo de cada mes en distintas sedes.
Estando embarazada de Diego, participaba en las actividades del club, y dos meses después de nacido se reintegró a las prácticas, lo que demuestra cuánto le apasionan el básquet y ese grupo de mujeres con las que comparte valores y admira profundamente por sus propias historias.
Le gusta viajar y no escatima gastos cuando se trata de improvisar alguna salida con Nico y los niños. Antes de la llegada de ellos, hicieron el viaje: Nepal, India y Tailandia. Ahora no es el momento, pero después vendrán otros grandes viajes.
Por ahora, sus intereses pasan por los libros. De los cuatro hermanos, es la que ama los libros. Cuando sus hermanos tienen que regalar un libro, la consultan. Cree que ese amor lo heredó de su abuelo, que fue dueño de la Joyería y Librería Flores Alonzo. En el garaje de su casa quedaron libros de aquella época que Fernanda, de niña, ordenaba y revisaba, incluso los de francés de su madre, que era profesora del idioma y llegó a dar clases. También le gusta escribir y lo hace muy bien. Leí un poema que le escribió a su papá. Impresionante
Es muy terrenal; lo que ha vivido la lleva a no pedir ni esperar nada de cada año que comienza, aunque le encantaría recuperar esa chispa de ilusión. Creo que está en su interior y que la encontrará, que lo que necesita es tiempo.
Sabe que algún día tendrá la posibilidad de tener su propio espacio del libro, un emprendimiento personal, pero no ahora, porque este es el tiempo de sus hijos.
Cree que la misión de todos es ser agentes de cambio, llegar a la vida de los demás. Eso lo ha aprendido de su familia, sus amigas y, sobre todo, de Nico. Esa gente le enseña que ahí estás vos, pero si te corrés un poquito, podés hacer cosas con las que ayudas a otros.
