Alfredo Testoni (1919-2003) fue mucho más que el fotógrafo que captó el gol definitorio en el Maracaná. Su vida atravesó la prensa, el arte experimental, la imagen urbana y los muros del mundo. Desde Montevideo hasta Roma y Teherán, su lente documentó lo cotidiano y lo extraordinario.
Nacido en Montevideo el 1 de junio de 1919, Alfredo Fernando Testoni Lauriti emergió en una familia de inmigrantes italianos y vivió muy joven la necesidad y el aprendizaje cotidiano. A los 12 años ingresó como ayudante de máquina en la Fábrica Nacional de Papel, donde comenzó su vínculo con materiales, texturas y soportes. Desde entonces se movió entre talleres de fotograbado, estudios gráficos y redacciones.
Su primer trabajo serio como reportero gráfico —según varios relatos— data de 1935, cuando fotografió a un exiliado español para un diario local. Con los años colaboró con medios de Montevideo como El Pueblo, La Mañana y El Diario, y también fue corresponsal de revistas internacionales como Time y Life.
El Maracanazo y la fama imperecedera
El punto más emblemático de su carrera fue el Mundial de 1950 en Brasil. Testoni fue —según testimonios y crónicas— el único fotógrafo uruguayo en la final del Maracaná. Se le atribuye haber captado el gol de Juan Alberto Schiaffino (1-1) y, sobre todo, el gol decisivo de Alcides Ghiggia (2-1), imágenes que recorrieron el mundo y lo inmortalizaron como “el ojo uruguayo del Maracaná”. También fotografió escenas memorables como la de Obdulio Varela levantando a Ghiggia en andas tras el pitazo final.
Más allá del debate sobre la atribución exacta de cada imagen, la tradición periodística y familiar reconoce a Testoni como autor de las fotos más icónicas de aquella tarde que cambió la historia del fútbol.
Más allá del deporte: arte, muros y retratos
Testoni no se limitó al fotoperiodismo. Desde los años 50 desarrolló proyectos artísticos de gran singularidad. Su serie “Muros” exploró fragmentos de paredes corroídas en ciudades como Roma, Venecia y Teherán, donde lo efímero y lo poético dialogan en imágenes abstractas. También realizó los llamados “retratos psicológicos”, donde incorporaba elementos simbólicos a los rostros, generando una fusión entre lo humano y lo conceptual.
Vinculado al Taller Torres García, fue parte del Grupo 8 entre 1958 y 1962, junto a artistas como Lincoln Presno, Miguel Ángel Pareja y Carlos Páez Vilaró, impulsando un lenguaje experimental en las artes visuales uruguayas.
Su obra fue expuesta en Uruguay y en el exterior —Italia, España, Alemania, Medio Oriente, Estados Unidos— y recibió premios destacados como la Bienal de Barcelona (1955), el Obelisco de Cristal en Fotokina (1970) y el Premio Figari a su trayectoria.
Legado
Fundó Testoni Studios, que continuaron sus hijos Héctor y Julio, y dejó un archivo que hoy forma parte de colecciones del Museo Nacional de Artes Visuales y el Museo Blanes. Con su trabajo, Testoni contribuyó a que la fotografía fuera reconocida no solo como documento, sino como un arte capaz de dialogar con la pintura, el grabado y la memoria histórica.
Su vida y su obra condensan lo efímero de un instante y la permanencia de la memoria. Por eso, en Uruguay, el Maracanazo no solo se recuerda con gritos y relatos: también vive en las imágenes de un fotógrafo que supo detener el tiempo.
