Analía Martínez Una mujer que convirtió la radio en un puente de unión y aprendizaje

Élida Analía Martínez Andrade, de 52 años, se define como una mujer simple, que disfruta de la felicidad de las personas a las que ama. Con cariño manifiesta que su nombre se lo debe a su abuela materna, a quien todos conocimos como Doña Nita, aunque en realidad se llamaba Élida Francisca.

Por Anabela Prieto Zarza

Es hija de Gerardo Martínez, a quien frecuentemente vemos en eventos desplegando sus dotes musicales al frente de su órgano, y de María Andrade, una mujer espectacular que muchos recuerdan por su amplia sonrisa. Gerardo y María formaron una sólida familia con cuatro hijos: Analía, Carolina, Sofía y Matías.

Analía nació en Durazno, pero a los 8 años la familia se mudó a Montevideo. Ese cambio los unió aún más y contribuyó a que los cuatro hermanos desarrollaran personalidades muy potentes. En la capital transcurrió el resto de su infancia y juventud, aunque siempre mantuvo lazos estrechos con su familia en Durazno, en especial con sus primas, que además son sus amigas.

A Héctor lo conocía desde siempre, aunque le parecía muy mayor por ser cuatro años más grande. Eran de generaciones distintas en aquella época. Pero el tiempo pasó, las cosas cambiaron, se pusieron de novios y, con 25 años, Analía regresó a Durazno para casarse con él. Se siente afortunada de compartir su vida a su lado: “Pocas veces se da que se tengan tantas coincidencias con otra persona, somos el uno para el otro. Tenemos diferencias como todo el mundo, pero las resolvemos juntos siempre”. Han construido una hermosa familia, basada en el amor, el respeto y los valores.

Es mamá de Jeremías (25), Benjamín (24) y Santino (13), y es una tía que disfruta muchísimo de sus sobrinos.

Licenciada en Ciencias de la Comunicación, con un posgrado en Gestión Cultural, trabajó en varios rubros desde los 16 o 17 años, mientras estudiaba. Valora que en su casa les inculcaran la cultura del trabajo.

Hoy disfruta de su profesión y de su trabajo actual: “Soy una apasionada del marketing y de la creatividad, no me gustan las copias y, como buena geminiana, me divierte estar cambiando e inventando cosas todo el tiempo”.

Llegó a los medios hace 27 años, cuando se casó con Héctor y volvió a Durazno. Se dedicó principalmente al área comercial, primero en Radio Durazno y Radio City. Desde hace 10 años, junto a su esposo, ocupa un lugar gerencial en Radio Yi AM960 y Radio City FM95.1, sin dejar de lado lo comercial.

Quienes la conocen saben que se maneja con absoluto profesionalismo, respaldada por su formación. No improvisa.

Desde hace una década conduce un programa semanal, “La culpa no es del Chancho”, que se emite los viernes de mañana. No sabe explicar con exactitud por qué decidió hacerlo, pero recuerda haber trabajado un año en su preparación. “Quizá quería darle contenido a la radio”, reflexiona. Su objetivo estaba claro: “Poner en la radio temas de los que se hablan en la familia, con los amigos, en el trabajo, temas de la vida misma. Y dar voz a especialistas en cada área”.

El programa ha sido un éxito, retransmitido en otras radios del país y los domingos en Radio Yi. Los mensajes de los oyentes lo confirman: “Gracias, me cambiaron la vida”, le han escrito en más de una ocasión.

La elección del equipo no fue al azar: no buscaba periodistas, sino personas con quienes pudiera identificarse y crear un espacio de diálogo diferente al convencional. Así se sumaron Victoria Long, su amiga de muchos años; Macarena Fasciolli, con quien solía conversar en su librería; Marcela Inciarte; y Alejandra Corsini, cuya presencia era indispensable tanto por su perfil profesional como por su conocimiento del medio local. Durante los primeros dos años también participó otra amiga, Gabriela

Marta. Ninguna de ellas había soñado con hacer radio, pero hoy disfrutan y esperan el viernes con entusiasmo. Preparan el programa durante toda la semana y lo viven como algo terapéutico.

Han alcanzado un nivel de cohesión que se refleja en cada emisión: en cómo abordan los temas, en la sensibilidad, en las risas, y sobre todo en estar presentes unas en la vida de las otras. Analía lo resume así: “Sin ellas no podríamos haber hecho nada de lo que hemos hecho”.

Fiel a su espíritu innovador, ya piensa en nuevos proyectos para el año próximo. Esa inquietud también la ha llevado a organizar charlas en espacios como el Salón Palotti, Casa de la Cultura y Teatro Español, con disertantes de renombre como el Dr. Roberto Canessa, el psicólogo y escritor Alejandro de Barbieri, la psicóloga Natalia Trenchi, el Pulpo Viera y la psicóloga Pilar Sordo, con quien incluso tuvo la oportunidad de trabajar como su productora y recorrer el país.

Para Analía, el equipo de trabajo es clave: “Muchas veces pasamos más horas con nuestros compañeros que con nuestra propia familia. Por eso el equipo debe ser compatible con los objetivos de la empresa, tanto en lo profesional como en lo personal”.

Respecto a los medios de comunicación, señala: “Sin duda inciden en la comunidad, y lo hacen de muchas formas. En la formación de la opinión pública, porque eligen qué temas poner en agenda, cómo presentarlos y con qué enfoque. Eso puede influir en qué pensamos y cómo interpretamos la realidad. También en la cultura y los valores: transmiten modas, costumbres, lenguajes y modelos de conducta. En la política y la democracia, son un puente entre ciudadanos, autoridades y acontecimientos. Y en la identidad colectiva: la radio, la TV, la prensa escrita y ahora las redes ayudan a construir pertenencia —lo local, lo nacional, lo generacional—. Los medios no son neutrales, son actores sociales con responsabilidad. Porque lo que decimos, cómo lo decimos y cuándo lo decimos… siempre deja huella. Y reafirmo: quienes tenemos un micrófono, y más aún quienes dirigimos un medio, debemos ser responsables”.

En su vida cotidiana, disfruta de andar a caballo, jugar al hockey (es golera), bailar, viajar, practicar tenis, pádel y, en general, cualquier deporte. Integra la Fundación Impacto Las Higueras desde sus inicios, y aunque hoy no dispone de tanto tiempo, sueña con sumarse a otros proyectos solidarios.

Cree en Dios. Enfrentó un cáncer de mama con entereza: hizo quimio, radio, perdió el cabello, se sintió mal, pero nunca dudó de que lo superaría. Ni siquiera lo mencionó en la entrevista. Sí habló, en cambio, de la pérdida de su madre, un hecho que la marcó profundamente: “Mamá fue un ser demasiado especial. La perdimos en dos meses, sin poder asumirlo ni entenderlo. A mí me hizo ver la vida con matices muy distintos a como la veía antes”. Confiesa que aún no lo puede asumir.

Siempre tiene sueños por cumplir: “No concibo mi vida sin tener sueños, me motivan a levantarme cada día e ir por ellos. Uno de ellos: proyectarme a vivir en el campo en unos años”.

A las mujeres jóvenes recomienda trabajar y estudiar para ser independientes y poder elegir con libertad cómo y con quién transitar la vida. A las de más edad, les dice que nunca es tarde para nada, que no se detengan por el “qué dirán”, porque la vida pasa rápido y mientras uno duda, todo se escapa.

“Algo que a mí me ayudó —agrega— y que recomiendo es buscar libros de autoayuda o escuchar La culpa no es del Chancho. Dan herramientas para reencontrarse con una misma y encontrar paz interior. Y cuando logramos esa paz… todo lo demás empieza a fluir”, dice con una sonrisa.