Graciela Amelia Fernández Pereyra se manifiesta como una sobreviviente que, con su historia de vida, ha hecho cosas buenas. Es madre, abuela y muy rotaria.
Por Anabela Prieto Zarza
Madre de tres hijos: Paola Amelia, Sebastián y Joaquín, y abuela de unos nietos hermosos. Amelia se llamaba su abuela, y Amelia es también el segundo nombre de su hija. Por eso, su esposo Aníbal solía decir, entre risas, que eran “la Triple A”. Así, con esa alegría, transcurrió toda la entrevista, porque Graciela transmite optimismo y pasión (ella misma se define como “una apasionada empedernida”) en cada palabra que pronuncia, incluso cuando habla de los momentos más duros. A todo le ve el lado bueno. Sé que para ella el “no se puede” es un imposible, y por eso es la mujer que es hoy.
Nació en un pueblo del interior, en 18 de Julio, a unos kilómetros de Chuy, en el departamento de Rocha. Frente al Fuerte San Miguel —aclara, para ubicarnos mejor—. Era la única mujer entre tres hermanos, pero desde el inicio dejó su impronta: fue la única de los tres que nació en la casa, no en un centro asistencial. Cursó hasta sexto año de escuela en su pueblo, y a mitad de año con su familia se trasladó a Montevideo. Guarda muy buenos recuerdos de su infancia, y hasta el día de hoy mantiene lazos con su lugar de origen.
Siempre creyó que tener tres hijos era lo ideal, y así lo habían planeado con Aníbal. Ya habían nacido sus dos hijos cuando una endometriosis bilateral severa obligó a la extirpación de sus trompas. La posibilidad de un tercer hijo quedó truncada. Para cualquiera sí, pero no para Graciela. Años después, cuando sus hijos eran adolescentes —ya había festejado los 15 de su hija—, se enteró de que estaba embarazada… ¡de seis meses!
A corazón abierto, me dice: “Hay algo que poca gente sabe… De noche, cuando le daba pecho a ese milagro que llamamos Joaquín, le preguntaba: ‘¿A quién viniste a sustituir?’” Y rezaba para que no fuera a ninguno de sus otros dos hijos.
Siete años después, lo supo. Aníbal, su esposo, falleció en pocos meses por un cáncer de pulmón fulminante. “Un hombre sano, que no fumaba ni nada”, agrega, aún con un dejo de incredulidad, aunque claramente lo ha asumido como una más de las realidades que le tocó vivir.
Su hija mayor ya estaba casada, y su hijo varón, con apenas 21 años, sufrió mucho la pérdida de su padre.
– Le costó sacarlos adelante, pero lo hizo. Y otra vez, con esa actitud positiva que la caracteriza, dice con orgullo: “El chico es obra mía totalmente. Es un Lord inglés: estudioso, maduro, un espíritu viejo, correcto. Hoy tiene 26 años, vive en Santiago de Chile, es piloto de LATAM y le faltan cuatro materias para recibirse de economista. Vino a mi asunción como Gobernadora y aprovechó para rendir un examen… ¡y lo salvó!”.
Hijo de tigra… igual a su madre, sin dudas. Graciela es abogada y escribana. Se recibió muy joven, porque tenía prisa (sospecho, y es mera suposición, que Graciela es de esas mujeres que viven la vida con prisa). Se casó a los 19, ingresó a la Facultad ya casada, y se recibió mientras nacía su segundo hijo. Planificadora total desde siempre: calculaba sus embarazos para tener a sus hijos en noviembre, cuando terminaban los cursos. De hecho, se recibió en octubre y el varón nació en noviembre. Todo estaba calculado, los cursos terminaban el 30 de octubre, el mismo día de su cumpleaños.
Ingresó a Rotary después del fallecimiento de su esposo. No conocía nada sobre la Institución, pero participó asesorando en un proyecto rotario a quien es hoy, su padrino (en Rotary se ingresa a propuesta de otro Rotario). Él la invitó a sumarse. Empezó a ir al Club Paso del Molino. Eran todos hombres. Entraron tres mujeres juntas. “Eran unos señores, unos caballeros de verdad”, recuerda. Hoy, de esas tres, solo queda ella: una se fue al poco tiempo, al mudarse al interior, y la otra falleció. Ingresó en 2009. Hace apenas 16 años… y hoy es la Gobernadora del Distrito. Una carrera rotaria fantástica y merecida. Se lo
digo, y me responde: “Es una historia corta, pero intensa, como yo”. No hay duda de que dijo una gran verdad.
Comenzó haciendo las actas. Luego fue secretaria. En 2015, con un hijo pequeño y mucho trabajo, la convencieron de asumir la presidencia de su club. Viajó a la Convención de Rotary en Australia, y —según dice— “esa fue su perdición”. Ahí descubrió el verdadero Rotary. “Había tanta gente de todo el mundo, tanta gente de buena voluntad, que me di cuenta de que el mundo aún tenía esperanzas”.
Volvió entusiasmada, se interesó por la Fundación Rotaria, y no pudo detener su pasión. Participó en Institutos, Convenciones, viajes… y su horizonte se amplió. Trasladó todo ese aprendizaje a su Club, logrando tres proyectos de alto impacto. Dos de ellos, con subvenciones globales muy importantes, involucraron a clubes de toda la Gobernación. Fue una innovación para el país y la región, articulando con instituciones públicas y privadas, lo que potenció el alcance de la acción rotaria.
El último de estos proyectos, aún en ejecución, consiste en la compra de ecógrafos que permiten realizar ultrasonografías a distancia con inteligencia artificial. Para que se entienda: una embarazada en Artigas se realiza una ecografía y, desde el Pereira Rossell, los médicos toman control del ecógrafo. No necesita viajar 600 km ni estar un técnico presente. Todo se realiza en línea. Este plan piloto, en alianza con la empresa Samsung, fue posible gracias a la compra de los equipos por parte del proyecto y a la donación del software por parte de la empresa.
Consultada sobre si tuvo dificultades en Rotary por ser mujer, su respuesta es contundente: no. Porque se gana los espacios, porque llegó fogueada por la vida y por su profesión. Siempre se ha sentido respetada y valorada, tanto en su club como en todo el Distrito. Pero reconoce que no todas las mujeres tienen la misma experiencia. “Las mujeres, además de llegar, tenemos que demostrar que somos buenas en lo que hacemos. Rotary tiene que evolucionar, y por eso, cuando llegamos, debemos tirar de otras mujeres”. Su equipo está integrado por mujeres elegidas por sus capacidades, no por su género.
En cuanto a sus planes, le interesa asegurar la continuidad de lo ya iniciado. Pero también se propuso un objetivo: conjugar tres verbos durante su período como Gobernadora: crecer, revolucionar y enamorar.
· Crecer en membresía. Rotary necesita cerrar su “puerta trasera”, cuidar al socio como un tesoro. Por eso creó el Comité de Mediación y Resolución de Conflictos.
· Revolucionar la imagen pública de Rotary. Mostrar lo que se hace, visibilizar los recursos humanos y materiales que se destinan.
Enamorar con la Fundación Rotaria. Lograr que los clubes y sus miembros comprendan la importancia de apoyar su obra.
En su escaso tiempo libre, se dedica a su familia y a sus nietos. Le gusta viajar —en plan familiar o con amigas—, leer y hacer crucigramas, su pasatiempo favorito. Se jubiló como abogada con 44 años de aportes para tener más tiempo (seguramente, para Rotary), pero sigue trabajando como escribana. No encuentra pendientes: ha hecho todo lo que ha querido.
Hace una pausa, y con franqueza dice: “Mi pasatiempo preferido es llevarme trabajo para el domingo de mañana, tomar unos mates y adelantar”.
Cuando viaja, descansa, pero sus clientes ni lo notan: responde el celular, es adicta al trabajo. “¿Qué voy a hacer? Así soy yo”. Cree que el trabajo ocupó espacios que la vida fue dejando: primero el esposo, luego los hijos, que crecieron y volaron.
¿Sueños por cumplir?
Hace una pausa. No es que no tenga, pero realmente ha hecho lo que ha querido hacer. Es una mujer plena, con una vida plena. Se siente feliz. Lo vivido la ha hecho lo que es, y está orgullosa de ello. Aprendió a vivir consigo misma. No rehízo su vida amorosa porque no sintió la necesidad: es feliz.
Por último, quiero agradecer a Adriana Píriz, amiga y colaboradora de Graciela (Secretaria Ejecutiva del Distrito) por los piques que me tiró y destacar la genuina admiración que tiene por Graciela, lo cual habla
muy bien de ella, porque así debemos ser las mujeres, querer, querernos y promovernos. Gracias Adriana!!!
Volvemos a Graciela y a su mensaje a las mujeres:
“Hay que animarse. Todas podemos. Todo está en proponérselo. Somos iguales a los hombres en cuanto a capacidad, pero con enfoques diferentes, porque somos diferentes. Somos complementarios. Quiero cambiar ese dicho que dice ‘detrás de un gran hombre hay una gran mujer’, por ‘al lado de un gran hombre hay una gran mujer… y viceversa’.”
