Conocemos a Ana Claudia Olascoaga Pérez, Anita, esposa de Federico Molina y madre de Eda de 6 años y Eloísa de 9 meses. Ana es un ser luminoso, que trasmite paz y amor, hasta cuando escribe. Tiene una acción, desde mi punto de vista, transformadora, no sólo en su profesión, sino en todos los que la rodean sin importar el ámbito del que se trate.
Por Anabela Prieto Zarza
Con vocación definida desde temprana edad, desde segundo año del liceo supo que quería ser psicóloga y se dedicó a alcanzar ese objetivo. Se fue a Montevideo a los 18 años y casi en seguida comenzó a trabajar. Recuerda esa etapa como de disfrute, no porque fuera fácil, sino por lo intensa, desafiante y llena de vida. Positiva como es, mira atrás y, según sus propias palabras: “abrazo a esa versión de mí que puso tanto, porque gracias a ella, hoy estoy acá, haciendo lo que amo”.
La vuelta a Durazno
“En el 2015 volví a Durazno, me enamoré de Molina, y en el 2019, después de haber perdido dos embarazos (fue un etapa muy dura) Eda llegó a nuestras vidas”.
Hace 9 años es psicóloga en el Servicio de Atención a Mujeres en Situación de Violencia Basada en Genero.
Hace un año comenzó a formarse y a trabajar en un área que, y dice textual “me llena de amor y gratitud: la psicología perinatal”. Acompaña a mujeres en uno de los momentos más transformadores de su vida: el embarazo, el parto y el posparto. “Como psicóloga perinatal, sostengo sus emociones, sus miedos, sus duelos y sus deseos, ayudándolas a reconectar consigo mismas mientras dan vida a otro ser”.
Generosa, sus satisfacciones pasan por el bienestar de otras mujeres, “ver cómo una mujer pasa del miedo a la confianza, de la culpa a la compasión, del agobio a la conexión consigo misma… es profundamente conmovedor. Acompañar esos procesos es un privilegio”.
Consultada sobre qué aporta a la vida de otras personas reflexiona:
“Desde mi rol de psicóloga intento ofrecer un espacio para mirarse por dentro, para conectar con lo que sienten de verdad, incluso si da miedo. Habilito cuestionamientos que lleven al autoconocimiento, pensándose desde su propia historia, qué quieren soltar y qué desean construir. Acompaño esos momentos en los que todo se desordena. Cuando aparecen las dudas, las sombras, los “no puedo más”, y en lugar de taparlos, los exploramos juntas, con respeto y sin juicio.
Mi trabajo no es dar respuestas, sino ayudar a que cada mujer encuentre las suyas. Acompañarlas a conocerse más profundamente, a enfrentar sus miedos, a ver sus fortalezas incluso cuando se sienten rotas”.
“En cuanto a qué nos hace falta para ser felices… te diría que justamente se trata de conocernos más. Nos pasamos la vida buscando la felicidad en metas, en logros, en lo que viene después. Pero creo la verdadera felicidad no se encuentra… se construye. Y se construye desde adentro. Ser felices no es tenerlo todo, ni sentir alegría todo el tiempo. Es intentar estar en paz con quienes somos.
Y para eso, necesitamos algo que muchas veces evitamos: conocernos. Conocer lo que necesitamos de verdad. Conocer nuestros límites y aprender a respetarlos. Conocer nuestras voces internas: la exigente, la que duda, la que quiere complacer, y también la que quiere libertad, descanso y sinceridad.
Hay que aprender a decir “no”, a elegirnos, a priorizarnos sin culpa, a dejar de estar últimas en la lista.
Creo que sentir felicidad implica estar alineadas con lo que sentimos y con lo que hacemos. Es vivir más cerca de lo que somos, y menos cerca de lo que “deberíamos ser”.
Realmente magistral, nos hizo pensar y mucho, fue sumamente intensa la respuesta que recibimos. Estoy segura de que la vamos a releer muchas veces, quizá guardarla de lectura de cabecera. La entrevista sigue y volvemos a Ana, a sus intereses, gustos y entretenimientos.
Le encanta sentarse al sol a leer novelas, más que nada de Isabel Allende. La primera que leyó fue a sus 14 años en unas vacaciones de invierno que fue a Montevideo a pasar con sus hermanas que vivían allá. Su hermana mayor, que en aquel momento estudiaba bibliotecología, le prestó “Eva Luna”, y desde entonces las novelas de Isabel Allende son infaltables en su vida.
Cuando las niñas se duermen aprovecha a alimentar su gran gusto por mirar películas y series. No hay noche que no se duerma mirando algún muy repetido episodio de “Friends”.
Su sueño viajar por el mundo con sus hijas.
A las mujeres nos dice:
“No viniste a cumplir expectativas, sino a ser fiel a vos misma, a lo que sentís, a lo que deseás, a lo que necesitás. Cuanto más te conocés, más libre te volvés.
Y no hay poder más grande que el de una mujer conectada consigo misma.”
