Recordando al enorme Alfredo «Chuco» Zarza

En estos días en los que a iniciativa del Intendente Carmelo Vidalín, se procederá a homenajear a todos los Campeones del Sur y del Interior de Durazno, nombrando así la nueva tribuna Norte, aprovechamos la ocasión para recordar a una enorme figura del balompié de la «Roja del Yi».

Recientemente, Matías Giménez, uno de sus sobrinos, publicó en sus redes, sobre este extraordinario jugador y Director Técnico de la Selección de Durazno y de Central, que nació cerca de una cancha de fútbol y que -literalmente- falleció en ella, cuando en la antigua tribuna Antonio Alzamendi Casas, del estadio Silvestre Octavio Landoni, estaba dirigiendo a su «tortero», el Club Atlético Central, ante Sportivo Yi, el 3 de mayo de 1992, cuando finalizaba la primera rueda del campeonato de la B (datos de su hijo Alfredo Zarza Zubieta).
 
Alfredo «Chuco» Zarza Tierno Areosa, nacido el 21 de mayo de 1931, fue uno de los integrantes de la famosa «época de oro» del fútbol duraznense, que entre los años 1950 y 1962, cosechó la irrepetible cantidad de 13 títulos oficiales de la «Roja del Yi», con 8 campeonatos del Sur y 5 del Interior. Ya alejado de las canchas, años después, Zarza, fue DT de Durazno en 1985/86.
Compartimos lo publicado, para que las nuevas generaciones tengan conocimiento de quienes fueron los forjadores de la historia del fútbol duraznense ‘

«En memoria de una de las leyendas del fútbol de Durazno; mi querido tío Alfredo «Chuco» Zarza. Jamás olvidaré tus palabras: «Es tan placentera la satisfacción del deber cumplido.»
«Alfredo «Chuco» Zarza no solo fue un jugador; fue un símbolo, un hombre cuya pasión por la camiseta trascendió los campos y se fusionó con el alma de Durazno. Con cada pase, con cada gol, dejó una marca indeleble en el corazón de todos los que lo vieron jugar. Hoy, uno de los rincones más queridos del estadio de Durazno lleva su nombre, un recordatorio eterno de su legado».
«En esas palabras, «Es tan placentera la satisfacción del deber cumplido,» se condensa su esencia: un hombre que jugó con honor, que vivió para su equipo y su gente, y que en cada victoria encontró la verdadera recompensa. Hoy, aunque el tiempo haya pasado, en cada rincón de Durazno, el espíritu de Alfredo «Chuco» Zarza perdura, como el eco de su pasión».
 
«Rojo Pitanga, Sangre Eterna»
 
Bajo el cielo inmenso del pago,
donde el viento susurra historias,
se alza un pueblo con alma en la lucha,
bordando en la cancha sus glorias.
 
No es solo un color, es un grito,
es la herida que nunca se cierra,
es la piel que arde en la tarde,
Durazno abrazando su tierra.
 
Desde el barro hasta la cumbre,
del potrero a la hazaña infinita,
cada gol es un eco en la historia,
cada paso, una fe que palpita.
 
Y ahí están, los que fueron y vuelven,
los que nunca dejaron la cancha,
en la brisa que agita las redes,
en la luz que enciende las almas.
 
Silvestre Octavio Landoni,
catedral de promesas y guerra,
testigo de lágrimas rojas
que el destino convirtió en leyenda.
 
Y entre esas sombras que nunca se apagan,
que el tiempo no borra ni calla,
«Chuco» Zarza, la sangre en la lucha,
corazón de coraje y batalla.
 
Rey de Copas, sangre eterna,
Durazno no juega, batalla.
Aquí, la victoria es un grito,
y el alma, un fuego que estalla.
 
Y cuando el tiempo borre las huellas,
cuando el pasto oculte la raya,
su historia seguirá encendida,
porque en Durazno, el alma no falla».