EL MENSAJE DE LA AGRACIADA

Por Saúl Moisés Piña

El desembarco de un puñado de orientales bajo el mando de Juan Antonio Lavalleja en las costas del departamento de Soriano, constituye en uno de esos acontecimientos culminantes, uno de esos hitos en el devenir de nuestra Historia, aquel todo pueblo amante de sus glorias y sus fastos recuerda y celebra con la correspondiente solemnidad para ejemplo de las juventudes y para profunda y conmovedora rememoración de todos.

El 19 de abril de 1825, y luego de una azarosa travesía, un puñado de valientes despliega a los vientos patrios la bandera tricolor con la inmortal leyenda: “Libertad o Muerte”.

Esta aventura bajo el comando de Lavalleja, marcó el inicio de una etapa que conjugó el entusiasmo de toda la campaña, que en pocas semanas logró cambiar la situación oprobiosa que sufría nuestra tierra, reduciendo el poder imperial brasileño a los límites de Montevideo.

El próximo viernes 19 será un día de fiesta en la evocación del 199º aniversario del Desembarco de “la Agraciada”, un glorioso episodio, relevante no solo por la trascendencia que tuvo en los destinos nacionales, sino, además por el hecho en sí, una de las más extraordinarias e inigualables hazañas del coraje y de la voluntad heroica para concretar ese objetivo tan valioso para los seres humanos: la libertad.

La herencia palpitante de este glorioso hecho histórico, no debe transformarse en algo integrado definitivamente al pasado, simbolizado en algún monumento, siempre y cuando haya aquí mujeres y hombres que sientan la importancia y el orgullo de acometer la tarea común sin pausas y demoras en el trabajo silencioso de bregar todos los días, en la defensa de nuestros auténticos valores de orientalidad.

Dice la historia que el trabajo previo al desembarco de la “Agraciada”, fue organizado por un grupo que de manera silenciosa apoyó a nuestros patriotas y, que históricamente tiene relación con valores tales como la libertad y la fraternidad. La aspiración de libertad está presente en las

preocupaciones manifestadas o latentes de la gran mayoría de los pueblos. En estos tiempos en varias zonas del mundo, hay numerosos

Países sumidos en tiranías totalitarias, donde rige la persecución, la tortura y hasta la muerte.

Sobre el predominio impuro de los fanatismos, los pueblos siempre levantan de manera inexorable, justas esperanzas por el triunfo del aire de la libertad con su corriente vivificante para los ideales de superación y de paz espiritual, aplastando ideologías diabólicas.

La marcha del ser humano nunca ha sido fácil. No tiene por qué serlo; pero puede ser triunfal, feliz, fecunda, según el grado de acierto, responsabilidad y firmeza de los ciudadanos, puesto en el cumplimiento de sus compromisos con el país; uno de ellos es el cuidado de la libertad, un bien que se valora cuando se pierde.

En la “Agraciada”, aquellos valientes orientales, nos dejaron un legado que debemos mantener: la defensa de nuestra identidad, que es el soporte de nuestra libertad.