Con el corazón entre Quebec y Durazno

Gissel Blanco nació en Durazno, se crió en nuestra ciudad, la ama, vivió hasta los 19 años acá y reside actualmente en Canadá. El camino que la ha llevado hasta allí la trae también todos los años a sus orígenes.

“A los 18 años terminé el liceo y me quedaron algunas materias, me quedé un año más en Durazno y durante ese tiempo instalé una tienda de ropa económica, creo que fue la primera en la ciudad, se llamaba El Ropero, también hice UTU ese año aprendiendo a trabajar en mimbre. Me pasé ese año estudiando y trabajando, me fui a Montevideo a estudiar Asistente Social, carrera que no terminé lamentablemente, trabajé en INAU, antes de irme del país” contó.

“Siempre viví en el barrio del Molino, donde ahora está el Liceo 2 como referencia, en la antigua calle Ibiray, ahí nos criamos entre el ruido de los carros lecheros, alrededor habían dos canchas, con grandes extensiones de pasto donde la gurisada se juntaba a jugar, nos conocíamos todos. Era uno de los barrios más lindos, venían circos, calesitas, fue una zona muy pintoresca” recordó. “Me crié con mis hermanos, hasta el día de hoy vamos ahí porque es donde vive mi mamá y es el punto de reunión”.

“Empecé ahí mi primer grupo de amigos duraznenses, fui a la Escuela N° 2 donde hice amigos que la vida nos ha hecho reencontrar, algo muy lindo que nos ha dado buenas vivencias, cada uno con historias de vida diferentes, gente que hacía muchísimos años no veía, que prácticamente no les conocía la cara, nos reunimos y cada vez que vengo a Durazno disfrutamos muchas actividades. Después me fui al Rubino, como la mayoría de los duraznenses, hice mi grupo de amigos de adolescentes con los que también mantengo amistades, mis grandes amigas están en esos grupos, mantengo una relación bastante estrecha, cuando regreso a Uruguay visito a algunos de esos amigos que no están acá y con los que están acá nos reunimos bastante seguido. Con ellos hacíamos beneficios, viajes, organizábamos bailes, íbamos a la feria a vender tortas fritas, era todo un gusto grande hacerlo, para poder después salir. Hay cosas que me mantienen muy apegada a Durazno, acá vive mi mamá y mi hermana, mi hermano vive en Villa Soriano y ni que hablar que por ellos vengo siempre, además de los grandes afectos de la gente” dijo.

Gissel hace largo tiempo está en Canadá, llegó seleccionada por el gobierno de Quebec y desde ese entonces sus idas y venidas han sido siempre por afectos en uno y otro lugar.

“Hace 19 años que vivo en Canadá, en la provincia de Quebec, ahí hablamos francés. Me fui porque el gobierno de Quebec hizo una selección de personas que reunieran ciertos perfiles, que fueran familias jóvenes, que tuvieran profesiones con cierta demanda y después de un año de trámites, nos aprobaron y nos dieron la residencia permanente, así que nos fuimos de acá, todo fue bastante bueno, claro que hubieron momentos de mucho trabajo, pero también estuvimos estudiando, el idioma y carreras, para que nos pudiéramos insertar en el plano laboral, ganando mejores salarios” contó.

“Quebec es precioso, pero el afecto es diferente, creo que los inviernos largos los marcan. Por eso siempre que puedo, Durazno me hace sentir distinta. Mi familia es mi esposo, oriundo de Sarandí Grande, mi hijo Mateo de 20 años que nació en Montevideo y se fue de acá con un año, y Juliana que nació en Montreal y tiene actualmente 15 años. Mi esposo viene seguido, mi hijo también, hace cuatro años que está viniendo a visitar periódicamente Uruguay, le gusta mucho, creo que siente el calor de la gente, algo le ha gustado mucho y sigue viniendo” dijo.

“Está acá mi madre y mi hermana con mis dos sobrinos, ellos viven acá y mi hermano en Villa Soriano y está siempre de visita. Yo llego todos los febreros, porque es el carnaval y realmente me encanta, lo disfruto muchísimo, me voy siempre que puedo a ver murgas, viajo a Montevideo a eso, a ver las Llamadas de acá y las de Montevideo, el festival, todas esas movidas culturales me encantan. Ni que hablar que el río es una de las cosas que guardo desde mi primera infancia como recuerdo, mi abuela vivía muy cerca del Puente Nuevo e íbamos a pie hasta allí, tengo fotos desde que era bebé en la orilla del río. También fui boyscout en Durazno, por lo tanto eso también me enseñó sobre el amor al río y a la naturaleza” contó.

Antes de su regreso a Canadá, nos contaba sobre los preparativos y ese sentimiento de irse, pero también de volver.

“La hora de irse no es fácil, hay sentimientos encontrados, dejar a mi mamá y mis hermanos acá, mis sobrinos, pero también allá está mi familia. Soy una emigrante privilegiada, porque vengo todos los años, me doy ese espacio para volver, sé de otras personas que no pueden hacerlo por razones laborales. Los preparativos son siempre la valija y el peso de la valija, porque cada vez las aerolíneas te permiten menos peso en la valija, entonces es tremendo porque quiero llevarme yerba, fainá y adobo, son cosas que no pueden faltarme. Este año mi hijo me pidió dulce de batata y de membrillo, cosas que allá no hay. Entonces dejo la ropa que traigo y me llevo las cosas que prefiero” dijo.

“Allá en Canadá no hay mucha gente que tome mate, pero si te ven tomando te preguntan que es, que gusto tiene, si es una yerba estimulante, les explicas y siempre les llama la atención que todos tomamos de la misma bombilla, algo que ahora post pandemia se ha dejado un poco. La otra es que he hecho algunos amigos allá gracias a que me han visto tomar mate y se acercan, mi mejor amiga es de Tucumán y se acercó por eso” contó.