Por Saúl Moisés Piña
El próximo lunes 25, la tradición afectiva indica desde el fondo de la historia, será el día en que la familia uruguaya, como la del resto del universo, por encima de diferencias raciales, políticas, ideológicas, filosóficas o religiosas, habrá de reunirse para una celebración que tiene tanto de amor como de calor humano. Será instancia de reflexión de cada uno, análisis, emotividad e inevitable melancolía, por los seres queridos que ya no están en lo físico, pero permanecen en lo más profundo de nuestro ser; pero también, por aquellos que están enfrentando un problema de salud o de privación de libertad.
Nochebuena y Navidad significan esencialmente, la pausa histórica de la trilla cotidiana, en un mundo que se ha vuelto conflictivo, violento, injusto; para que la familia se reúna y a través del diálogo, de un abrazo, una mirada, una sonrisa, o también de un silencio compartido; nos que permitan recuperar esas vivencias que hacen a las personas su propio tránsito vital.
En realidad todos los días deberían ser de la familia, pero esas fechas que contienen tan profundo significado del alma, tienen la virtud de pautar momentos claves al cabo de un año más, con todas sus secuelas de logros y fracasos, de deseos y de aspiraciones que no han podido concretarse ,pero que la esperanza persiste.
En cada rincón del universo se repiten escenas de elevada fraternidad y hasta en los lugares donde todavía, impera la maldición de la violencia, del enfrentamiento entre hermanos, se alza una tregua para dar paso a un respeto entre todos, que está por encima de circunstanciales divisiones de los hombres, que paradójicamente ellos mismos han establecido por imperio de intereses ideológicos mezquinos.
El hombre sigue siendo la medida universal de todas las cosas y por encima de tantas conquistas tecnológicas que causan asombro, de ambiciones descomedidas o ansias irrefrenables de poder, de muerte y de destrucción en tantas partes del planeta, se reaviva siempre la luz de la solidaridad, de la fraternidad, de la tolerancia y del amor, que es mucho más que un simple vocablo.
El 25 será el Día de la Familia, que como núcleo humano es reducto íntimo de la libertad, del derecho, de la misma vida civilizada; pero es además, el crisol donde se forjan los valores en el templo interior de los seres humanos, que serán las herramientas válidas para el trabajo en el gran Taller de la Vida.
Tenemos como firme deseo, que esta Navidad haga próximos los anhelados días en que los hombres puedan participar en la celebración, con el corazón rebosante de alegría, por tener la certidumbre de que las familias puedan vivir sin dependencias, de un trabajo digno, en un ambiente de paz social, disfrutando de sus hijos con un buen futuro. Navidad nos indica un misterio que está más allá de las doctrinas políticas y de los límites geográficos y, que se afilia a una esperanza redentora. Aunque la historia del hombre en toda su milenaria existencia ha sido condicionada por las apetencias del poder, las debilidades y la ausencia de verdad; parte de la
humanidad sigue sosteniendo el amor, la superioridad del espíritu sobre la fuerza bruta, de la fraternidad sobre la lucha irracional y del perdón sobre los rencores.
Que la esperanza motive nuestra existencia.
¡FELICIDADES PARA TODOS!
