Haciendo alusión a la celebración pasada del Día del Patrimonio, el edil Julio Díaz destacó la importancia de la arquitectura en la educación y la necesidad de recordar su figura.
“El patrimonio no solo tiene que ver con un edificio, sino fundamentalmente con un sentimiento colectivo, un sentimiento que por sí solo da inmenso valor y a mi juicio hace al concepto del patrimonio. En estas imágenes que vamos a ver ahora que agradezco al Maestro Disman Anchieri que accedió a nuestra solicitud cuando le pedimos estas imágenes, en el Día del Patrimonio último aquí en Durazno se habló y fue una consigna, el tema de los constructores de escuelas y liceos” dijo.
“Me hago eco de esa idea con el ánimo de contribuir y por tanto sugerir una idea, que una calle de Durazno lleve el nombre de uno de esos constructores de escuelas y liceos. Me refiero al arquitecto Octavio Ramos Suárez , quien fue Arquitecto de edificios importantes y emblemáticos que incidieron en la fisonomía de la ciudad, lugares reconocidos como emblemas de nuestro patrimonio. Octavio Ramos Suárez luego de estudiar arquitectura se radicó en Durazno, se casó en 1902 con Ernestina Irene hija del doctor Emilio Penza y Carmen Montero Samper. Entre 1900 y 1913 formó su familia y realizó lo más importante de su obra, a saber el palacio municipal escuela 1, el palacio del doctor Emilio Penza Berlingeri en 1905, en 1909 recicla la Capilla del Carmen, en 1910 realiza la reforma de la casa quinta del farmacéutico Raimundo González Montes, actual Casa de los Deportes” agregó.
“Luego en el período 1911 a 1913 construye el edificio del banco de la República, exjugado y hoy sede de nuestra Junta Departamental, además de una importante cantidad de casas particulares. El arquitecto Octavio Ramos Suárez fue además Director de Vialidad, fue urbanista, constructor como dije de cantidad de edificios que con más de 100 años siguen mostrando majestuosidad, buen gusto, estilo propio y sólida construcción. Su obra impactó en nuestra ciudad claramente por lo que considero debe ser reconocido” indicó.
“Por tanto pido que una calle de nuestra ciudad lleve su nombre, a la vez le solicito pase estas palabras a la Comisión de Nomenclatura y Patrimonio y al señor Intendente” finalizó diciendo.
En la propuesta del Día del Patrimonio de este año se destacó la importancia que una sociedad otorga a la educación, que no se mide por la cantidad de palabras bonitas que se dicen, sino por la cantidad de acciones que se acumulan a lo largo del tiempo. Cuando miramos a Uruguay desde esta perspectiva, nos encontramos con un país que creyó en la educación desde siempre. Nuestra historia es mejor que la de muchos otros.
Somos un país de escuelas viejas, que aparecen aun en lugares distantes y con baja densidad de población. Que un edificio escolar sea viejo quiere decir que se construyó hace mucho y que se ha mantenido en condiciones de funcionar hasta hoy. También hay edificios educativos de construcción reciente, frecuentemente adaptados a objetivos propios de nuestro tiempo como la expansión de las escuelas de tiempo completo. Todo esto significa que el esfuerzo por generar infraestructura educativa ha conseguido sostenerse a lo largo del tiempo.
Tenemos, además, edificios educativos de muy buena calidad, que expresan las mejores tendencias de cada época. Eso vale para escuelas y liceos construidos a fines del siglo XIX, para otros edificados en la segunda mitad del siglo XX y también para otros de construcción reciente.
Que tengamos arquitectura educativa de alta calidad se debe a que algunos de los mejores profesionales de nuestro país se dedicaron a la tarea. Para algunos, como el arquitecto Alfredo Jones Brown, el diseño y la construcción de edificios educativos pasó a ser casi en una especialidad. Otros fueron profesionales muy destacados en otras áreas (como el arquitecto Juan Antonio Scasso, creador del Estadio Centenario, el arquitecto José Scheps o el célebre ingeniero Eladio Dieste), que dedicaron parte de su tiempo a la arquitectura educativa, motivados por el valor social que asignaban a la enseñanza.
Buena parte de este esfuerzo constructor fue impulsado y financiado por el Estado. De allí surgen obras emblemáticas como la sede central de UTU, el IAVA, la Escuela Brasil, el Liceo Miranda o el Dámaso (todos ejemplos montevideanos, aunque también hay muchos en el interior).
Pero la sociedad también jugó un papel decisivo, impulsando obras que a veces siguen en manos privadas y, en otros casos, fueron construidas por iniciativa privada y luego fueron donadas el Estado. Tres ejemplos de esto último son el liceo Armand Ugón de Colonia Valdense (el primer liceo que existió en el interior, construido por iniciativa privada en 1888), la Escuela Sanguinetti de Montevideo (construida en 1925 por el exitoso inmigrante Felipe Sanguinetti, e inmediatamente donada al Estado) y el complejo educativo de San Ramón, Canelones, construido por impulso de Juan Pedro Tapié, un vecino de la zona que llegó a ser un empresario exitoso, dueño del célebre London París.
Estado y sociedad han trabajado y siguen trabajando juntos en favor de la educación uruguaya. Desde el siglo XIX hasta hoy, hemos acumulado una larga historia de compromiso y realizaciones. Reconocer hoy esta historia nos hace sentir orgullosos de la clase de sociedad que somos y nos alienta a prolongar ese esfuerzo hacia el futuro. El desafío es que también nuestros nietos puedan sentir la satisfacción de formar parte de una sociedad que cree en la educación como gran mecanismo constructor de ciudadanía y oportunidades.