Las mujeres rurales son las que producen desde el interior profundo, las que acompañan los cambios y generan nuevas realidades, muchas veces alejadas de las urbes pero cerca de la naturaleza y la vida cotidiana.
Mabel Puig es una productora rural que ha desarrollado su vida en ese ámbito, referente también en lo que se relaciona a la asociación con otros productores.
“Tengo 67 años, dos hijas, un nieto y soy productora rural en el rubro cría de ganado bovino y ovino, con invernada de vacas. Me crié en el campo, fui a la Escuela rural No.23 de Los Tapes, a caballo, etapa de la que tengo recuerdos muy muy lindos” contó presentándose.
“Estudié, trabajé, formé mi familia y crié mis hijas en Durazno, pero nunca me desvinculé del campo ya que mi padre siguió viviendo allí y siempre fue mi pasión. Cuando comienzan los problemas de huelgas y demás, que derivan en la dictadura, estaba estudiando en Montevideo y fue cuando le propuse a mi padre irme a trabajar con él al campo. Hombre de pocas palabras, nunca me dijo que no pero evitó llevarme, imaginen por el año 1972, la menor de tres hijos (un hermano y una hermana), mujer, venir a trabajar al campo, era algo impensable. Lamentablemente tuvo que faltar el, para estar donde estoy” agregó.
Su trayectoria en el agro comenzó en esa etapa, primero acompañada y luego sola.
“Primero trabajé en el campo con mis hermanos, luego sola, las cosas se fueron dando de forma que quedé explotando el predio de mis padres, en el mismo lugar que me crié y vivo en la misma casa que construyeron mis padres, mi horizonte fue hacer de esto mi hogar, sin duda mis raíces son muy profundas” analizó.
El respeto hacia su trabajo lo consiguió con mucho esfuerzo y dedicación a las tareas, en un ámbito que es netamente liderado por hombres.
“Cuando mis hijas se van a estudiar a Montevideo me vine a vivir definitivamente al campo, hace ya unos 20 años. Por aquellos años afincarse en un mundo tan machista no era fácil, trabajar con ganado o laborear la tierra era potestad de hombres, pero a su vez si primaba el respeto lograbas hasta te diría, cierta admiración de su parte, haciéndote sentir respetada, apoyada y ayudada. Tuve quizás la suerte de contar con gente con la que me sentí muy cómoda. Al independizarse económicamente mis hijas sentí que quería construir y dejar algo al medio, es entonces que me involucro en la actividad gremial” contó.
Ese involucramiento gremial la llevó a desarrollar proyectos y aprender, llevando adelante una red de mujeres rurales que buscaba el empoderamiento.
“A través de distintos proyectos y en un proceso de aprendizaje de técnicas que nos ayudaron a crecer como artesanas y como personas, fuimos armando una red de mujeres rurales del departamento que se denomina “ dlanas “, una experiencia muy linda desde el punto de vista social porque nos vinculamos de un extremo al otro del departamento, compartiendo la pasión de trabajar la lana, desde lo productivo trabajar juntas nos fortalece en la comercialización y expansión de nuestras habilidades, somos un grupo abierto conformado por mujeres que tenemos el interés de aprender, desarrollarnos y crecer”.
Mabel estuvo cercana a la Sociedad Rural de Durazno, ocupando lugares ejecutivos, conociendo y aprendiendo más aún.
“La actividad en la Sociedad Rural de Durazno, me llevó a recorrer el departamento, conocer mucha gente de otros y ser portadora de inquietudes a distintos niveles, una experiencia única de trabajar en equipo con la responsabilidad de continuar la tarea de visionarios que crearon esa Institución” dijo.
La mujer en el ámbito rural ha evolucionado en su rol y en su papel diario, convirtiéndose en exponentes de la ruralidad.
“A través de todos estos años siento que hay un cambio muy grande para la mujer en el medio rural, hoy hay muchas mujeres empresarias, muchas mujeres saliendo de sus casas y recorriendo exposiciones con sus creaciones, muchas mujeres activas en distintas gremiales rurales, la pena es
que cada vez somos menos y menos juventud” dijo.
“Ha habido y hay políticas que han mirado al medio rural social y contribuyen a este cambio, está en cada una de nosotras el tomarlas o dejarlas pasar sin salir de la zona de confort. En un mundo en el que todo va a mil por hora, es difícil acompasar desde un medio en el que todo es más lento, los ciclos son más largos porque trabajamos todo el año para tener un ternero o un cordero, para obtener un vellón, para sembrar y recoger. Hoy a mi edad, encuentro acá ese silencio, esa paz, esa quietud necesaria para una mejor salud, cuando el silencio está poblado de cantos de pájaros, balar de animales y la quietud en los árboles que mueve el viento” reflexionó.
“Trabajar en el campo es apasionante, lo haces con seres vivos, animales y plantas, para mi implica estar, observar, andar, cuidar, disfrutar, es una empresa porque es tu capital, tu medio de vida pero más allá de una empresa es una forma de vida, amo esa forma de vida” finalizó.