Yoga: una disciplina para toda la vida

Raquel Sainz es instructora de yoga desde hace más de treinta años y su contacto con esta disciplina fue para vencer el dolor y en ese camino descubrió que también es sanador y que mejora la vida entera.

En el día del Yoga que se celebró hace pocos días, Raquel Sainz, docente de esta disciplina nos contó sobre la misma, sus beneficios y el aporte que le hace a nuestras vidas.

“Soy docente jubilada, maestra de escuela primaria, profesora de idioma español y literatura en UTU, trabajé también en el Instituto Magisterial. Tengo cuatro hijos, tengo ocho nietos, a veces cuando miro hacia atrás y no entiendo como hacía tantas cosas. Vengo de una familia grande por parte de los Sainz, los Taranto también son varios tíos y primos. Eramos muy familieros y tengo grandes recuerdos de todos ellos, siempre nos estábamos reuniendo y encontrando, hubiera o no algo para festejar. Mi vida fue y es muy feliz, hago las cosas con amor” contó.

“Yo era chica cuando el barrio Sainz se dividió, mi abuelo recibió en ese momento un triángulo de los terrenos que dijo quería convertir en una plaza de juegos, donde él mismo hizo las hamacas, el tobogán, los subibajas. Hoy un cartel que lo recuerda, tuvo ese amor por las cosas que hacía. Esa placita que hoy transformaron de modo tan lindo, la donó para que los niños se divirtieran” agregó.

“Un día comencé a pensar a que había venido a esta vida, eso fue hace muchos años atrás y me bajó una información de que había venido a ayudar, a sanar. Al principio no entendí bien que era, después con el tiempo lo comprendí. Mi tía Coca Sainz, también maestra y profesora, se recibió de instructora de yoga a causa de una nana que tenía, porque le dolía la columna vertebral, esperó que fueran las vacaciones de julio en la institución donde trabajaba y se fue a Montevideo que le pusieran un corsé para aliviar su dolor, casualmente pasaron por la casa de una sobrina antes de hacerse ese procedimiento, y allí le contó algo que le decían le iba a interesar, así fue se puso en contacto con una persona que hace yoga y te puede aliviar” contó.

“Al final ella accedió, comenzó con una clase corta y a repetir las mismas. A los quince días era otra persona, y desde ese momento adoptó el yoga como una disciplina en su vida. Llegó un momento en que su instructora le dijo que ya estaba en condiciones de enseñar el yoga, comenzó a conocer su cuerpo. Un día me vio que yo estaba con mucho dolor, entonces me enseñó algunas respiraciones y ejercicios, era algo que no sabía hacer y me ayudó, le pedí que me diera clases de yoga, le insistí hasta que ella me dijo que si” agregó.

Así comenzó Raquel su contacto con el yoga, en forma directa.

“Hicimos un grupo con otras compañeras y comenzamos a aprender yoga, era un placer cada clase que nos daba. Empecé a conocer mi cuerpo, a respirar, hace 45 años desde esa primera vez que no he dejado de hacer yoga, a veces siento dolores, pero el yoga me saca todo enseguida. Soy instructora desde 1993, hace treinta años que soy instructora y tengo alumnas a las que agradezco todos los días de mi vida, porque eso me hace tener continuidad en la actividad. No dejo de practicarlo ni siquiera en vacaciones” dijo.

“El yoga es para todos, para todas las edades, solo hay que ser constante. Incluso esas personas que dicen que no pueden concentrarse lo logran, es seguir las instrucciones, respirar a conciencia, en tres meses se logran excelentes resultados. Lo que hago es yoga integral, no es solamente estar meditando, siempre hay cosas variadas, divertidas. Me formé en yoga cuando mis hijos eran chicos y fue difícil, pero lo hice aunque tenía que viajar a Montevideo, buscamos entre varias personas que estábamos interesadas en aprender esta hermosa disciplina que es la vida misma, un profesor y dimos con una academia internacional que aceptó venir a Durazno” contó.

“El yoga nos aporta tener un potencial de respiración mejor, el cuerpo responde de diferentes maneras, mejora. La respiración conciente es lo esencial, donde contamos la inhalación y la exhalación, es muy sanador y hemos buscado posturas diferentes para desarrollar la capacidad de hacer los ejercicios y seguir avanzando, de a poco, paso a paso. En ese aprender a hacer las posturas, que salga, poner toda la voluntad y controlar la respiración, es fundamental” finalizó.

Taller sobre cuencos tibetanos

“En el año 2008 conozco la disciplina de los Cuencos Tibetanos, Gustavo Ripa un destacado músico uruguayo que es instructor en ella” contó Raquel.

“Los cuencos están hechos de varios metales fundidos y hay de distintos tamaños, cada uno de ellos emite un sonido diferente. Cuando se manipula comienza a sonar y se eleva en tres notas musicales.

Gustavo estuvo tres días en Durazno entrenándonos, también hizo una demostración ante el público que estuviera interesado en el tema” agregó.

“Esto empecé a aplicarlo a las personas, es maravilloso porque la parte energética que trasmite el cuenco. Por eso estaré haciendo talleres de formación en cuencos tibetanos, me gusta siempre trasmitir lo que aprendo. El taller será el 8 de julio y espero que sea un grupo donde en forma personalizada cada participante pueda acceder a esta formación” finalizó.

La terapia con cuencos tibetanos es un masaje sonoro realizado con estos instrumentos metálicos que se utilizan golpeándolos o frotándolos con una baqueta y producen un sonido cargado de armónicos de naturaleza sanadora.

El paciente se estira en una camilla, cierra los ojos, y exclusivamente se concentra en el sonido que produce el terapeuta al tocar los cuencos tibetanos. Los cuencos tibetanos han sido creados con conciencia e intención y son utilizados como guías en ritos ceremoniales, viajes astrales, el despertar de la conciencia y en la curación de enfermedades tanto a nivel físico, psíquico, mental, emocional y espiritualmente.

Están compuestos por una aleación de siete metales: plata, oro, mercurio, estaño, plomo, cobre y hierro y forjados de forma artesanal.

Como terapia basada en el sonido, se fundamenta en el principio de resonancia, por el cual una vibración más intensa y armónica contagia a otra más débil, disonante o no saludable. El principio de resonancia designa la capacidad que tiene la vibración de llegar más allá, a través de las ondas vibratorias y provocar una vibración similar en otro cuerpo. Es decir es la capacidad que tiene una frecuencia de modificar a otra frecuencia.

Las mujeres que viven juntas o que pasan muchas horas juntas acaban ajustando sus ritmos hormonales. El ejército sabe que cuando cruzan un puente no pueden ir en formación, por el peligro de rotura del mismo, por lo que abandonan la formación hasta que lo han acabado de cruzar. Sendos ejemplos del principio de resonancia.

Además el sonido modifica nuestras ondas cerebrales, ayudándonos a entrar en otros niveles de conciencia, donde son posibles los estados de sanación espontánea y estados místicos, haciéndonos más receptivos a la auto-sanación.

El tercer factor de la terapia del sonido con cuencos tibetanos, son los armónicos. Cada vez que se produce un sonido aparecen los armónicos. Estos armónicos tienen efectos altamente beneficiosos sobre nuestro cuerpo y sobre nuestro campo energético.

Aunque no podamos escuchar frecuencias que están fuera de nuestro campo auditivo, ni podamos producir sonidos o frecuencias que estén fuera de nuestra capacidad, sin embargo mediante los armónicos podemos resonar con ellas.

Los cuencos tibetanos son instrumentos de curación, sanación, relajación y meditación, ayudándonos a establecer una vibración saludable en todo nuestro organismo, tanto a nivel físico, mental o psicológico, emocional y espiritualmente.

Son un medio maravilloso para equilibrar los chackras y cambiar la conciencia desde un estado alterado de ansiedad y estrés hacia un estado de paz, relajación y serenidad, induciendo estados de sanación espontánea y estados místicos y elevando nuestra frecuencia vibratoria.

Las personas que han experimentado un masaje sónico con cuencos tibetanos experimentan grandes cambios, mayor claridad mental, aumento de la creatividad, mayor concentración, mayor visión de futuro y una gran sensación de paz. El resultado es un individuo más productivo, más centrado, más feliz, más sereno, más equilibrado, más en paz consigo mismo.

Existe un espacio de paz en nuestro interior y los cuencos tibetanos nos ayudan a entrar en él, nos ayudan a resonar con nuestra verdadera conciencia o yo superior y con ese sentimiento de paz y

serenidad que todos llevamos dentro.

A nivel físico se utilizan en la curación de cualquier enfermedad; para recargar nuestro sistema energético, para aliviar el sufrimiento y el dolor (incluye el dolor emocional), para eliminar inflamaciones, para estados de ansiedad, angustia, estrés, depresión, tristeza, insomnio, hiperactividad.

Hace que los sistemas biológicos funcionen con más homeostasis; calma la mente y con ello el cuerpo y tiene efectos emocionales que influyen en los neuro-transmisores y los neuro-péptidos, que a su vez ayudarán a regular el sistema inmunitario, el sanador que llevamos dentro.