Celebramos a las madres

El domingo se celebra el Día de la Madre, una jornada de recuerdo, de festejo y de fortalecimiento para la familia.

Las madres son el comienzo de la vida, la protección, la alegría y la esperanza. Ser madre no significa solamente criar y satisfacer las necesidades de sus hijos, representan el amor y apoyo incondicionales en su desarrollo como personas.

La celebración del Día de la Madre varía de acuerdo a las costumbres de cada país, coincidiendo en su mayoría en el mes de mayo, aunque no en todos los países es así, los noruegos lo celebran en febrero, en pleno invierno. Por el contrario, en Indonesia esperan hasta el 22 de diciembre para felicitar a sus madres, siendo los más tardíos.

Los orígenes de esta celebración provienen de la civilización egipcia, donde la Diosa Isis, conocida como la “Gran Madre” era objeto de culto y homenaje. En la antigua Grecia era la Diosa Rea, madre de los Dioses del Olimpo, y en el Imperio Romano se rendía culto a la Diosa Cibeles, la Diosa Madre.

El catolicismo en Europa transformó esas celebraciones en honor de las diosas madres y lo trasladó a la Virgen María, madre de Jesús de Nazaret, el 8 de diciembre de 1954, el Papa Pío IX declaró que en esta fecha se celebrara el Día de la Madre, en honor a la Inmaculada Concepción. De hecho, en algunos países, como en Panamá se sigue celebrando el Día de la Madre el 8 de diciembre.

En Estados Unidos dos mujeres influyentes lucharon para que se reconociera el Día de la Madre. Fueron la poetisa y activista Julia Ward Howe y Anna Reeves Jarvis. Ésta última encabezó una activa campaña que fue extendiéndose a todo el territorio de los Estados Unidos. Y finalmente tuvo resultados. El presidente estadounidense Woodrow Wilson declaró oficialmente en 1914 que el Día de la Madre se celebraría el segundo domingo de mayo.

En España por aquél entonces el Día de la Madre se celebraba el 8 de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción. Fue a raíz de la declaración oficial de Woodrow Wilson cuando se planteó una distinción de celebraciones: por un lado, la Inmaculada Concepción y por otro el Día de la Madre como celebración de la maternidad.

Es en el año 1965 cuando el Día de la Madre se traslada al mes de mayo, tal y como lo conocemos actualmente, es que mayo es el mes que se relacionaba con las divinidades femeninas en el mundo clásico, y el mes dedicado a la Virgen María en la religión cristiana. Además, también es el mes de máximo esplendor de la primavera en el hemisferio norte y donde irrrumpe el florecimiento en el campo, razón por la que se suelen regalar flores en esta festividad.

Maternar

Junto con el concepto histórico y clásico de la maternidad, se está forjando actualmente uno nuevo: maternar.

Tan central en la vida de las personas es la referencia a sus maternidades, la dada y la recibida, que podemos afirmar que condiciona de pleno el resto de sus vínculos. En los tiempos que corren, en que las mujeres nos enfrentamos al desafío de conciliar familia y desarrollo profesional, es tal la relevancia de la maternidad en el entramado social que su nombre se ha hecho verbo. Hablamos así de maternar: un nuevo concepto impregnado de matices y representaciones.

Maternar es cuidar, es entablar lazos afectivos profundos, es aceptar que la vida de otro depende enteramente de la nuestra. Es procrear, cocrear y criar. Es acción que recae sobre el cuerpo y se traduce en múltiples sensaciones, aunque anida en el alma y es pensamiento y emoción.

Porque maternar es empatizar con ese hijo o esa hija, agudizando la percepción de sus vivencias interiores a partir de sus expresiones, potenciando capacidades de observación y escucha. Es captar e interpretar el ser filial, valorando y configurando sus manifestaciones en el marco del devenir cotidiano. Es conectar con sus necesidades reales para dar una respuesta efectiva y afectiva, y cimentar la base para el despliegue integral de su persona.

Lo cierto es que los modelos de crianza se transmiten de generación en generación, de ahí que

encontremos diversidad de variaciones y estilos. Pero maternar es, en todos los casos y en consonancia con los patrones aprendidos, la habilidad de reconocer y saciar las demandas concretas del hijo, en todos los órdenes y en orden a su crecimiento armónico. Abarca, en suma, cuidados y educación, compañía y protección, alimento y seguridad emocional.

Maternar es forjar el vínculo primario de apego que estará posteriormente presente en cada relación establecida a lo largo de nuestra historia. Es que la capacidad de apegarse es tan elemental y primitiva que tiene que ver con la misma supervivencia y es por eso que este nexo adquiere particular relevancia. Tanto que está ampliamente probado que las intervenciones destinadas a fortalecerlo son modos de prevención primaria de situaciones de violencia y maltrato.

Es fácil caer en la trampa de asociar maternar con ejercer funciones tradicionalmente femeninas. No obstante, si bien el rol materno incluye la función nutricia, comprende al mismo tiempo la normativa y socializadora, al igual que el paterno. Las madres maternan alimentando, pero también fijando límites y reglas intrafamiliares como parte inescindible de sus funciones parentales.

Las mamás maternan guardando equilibrios sutiles, que no pocas veces incluyen malabares entre la actividad familiar y laboral. En todos los casos, maternar es asumir una presencia dinámica y positiva, deseosa de complementarse, no desde el reparto de funciones estereotipadas, sino desde el encuentro y la riqueza que cada ser aporta a la labor común que la parentalidad implica.

Asistimos al planteo en el ámbito familiar de nuevas ecuaciones de roles y funciones, y en el flamante esquema maternar es diversificar tareas y asumir responsabilidades. En el mejor de los casos, a la par de quien paterna, o, cuando no, en soledad. Como un sinnúmero de mujeres madres lo hacen.

Los paradigmas culturales y los estándares de crianza están mutando al ritmo del mayor protagonismo femenino en los diferentes ámbitos del quehacer social. Cabe preguntarse en qué punto de la experiencia de maternar nos encontramos como sociedad. Embarazo, parto, puerperio, amamantamiento siguen siendo funciones biológicas propias de la mujer. Pero el maternar tiene un plus: atraviesa la totalidad de la persona. Maternar es abrazar, pero también establecer pautas y reconducir. Es proteger y recibir en un regazo amoroso, y ocupar, además, el espacio propio de la autoridad del adulto. Abarca modelado, nutrición, contención y amparo, impulso a la acción, fijación de normas, orientación, estructura, formación y proyección de futuro.

Si todo ello se consuma, la experiencia de maternar se amplía. Y se vierte en momentos de especial densidad, en hitos biográficos maternales que nos devuelven, expandido y palpable, el propósito de nuestra existencia.